Al llarg de les dècades, El llac dels cignes, amb música de Piotr Ílitx Txaikovski, ha esdevingut la quinta essència de la dansa com a forma d’art. Cap altra obra no ha guanyat tanta popularitat ni s’hi pot comparar pel que fa al nombre d’adaptacions escèniques i versions coreogràfiques. Sens dubte, ha assolit una posició dominant i forma part de l’imaginari col·lectiu.
Estrenat el 1877 al Teatre Bolxoi de Moscou, és reconegut com el sinònim de fantasia goticoromàntica, no només per la seva extraordinària música, sinó també per una trama amb traces d’engany, amor i sacrifici en un entorn irreal i màgic.
El lago de los cisnes es un ballet que, a pesar de haberse estrenado tardíamente en el Gran Teatro del Liceo, se ha representado más de setenta veces en ese recinto y por algunas de las mejores compañías de danza del mundo, como los ballets nacionales de Inglaterra, Rusia y la República Checa. Hemos visto innovaciones coreográficas y estéticas, que abordan el hecho dancísitico y dramático de esta obra con distintos resultados, pero siempre interesantes. Sinceramente, la versión del Ballet de la Ópera de Roma no ha sido la mejor.
Aunque los bailarines puedan tener un buen nivel técnico, nos sentimos en un teatro de provincias cuando vimos telones pintados, piernas del escenario en forma de áboles y bambalinas con hojas pintadas. Aldo Buti plantea, en plena era digital (como reconoce el programa de mano) una estética muy alejada del espectador de nuestros días, con una propuesta visual pobre y una resolución técnica de hace 100 años. Pero creo que hay cosas que no pueden pasar: No es posible que se vea el tutú de la bailarina escondida, no es posible que la regidora cruce el escenario de un lado a otro en plena función, a vista del público y no conforme con ello, regrese por el mismo lugar; no es posible que la bailarina que interpreta Odile no cumpla con los 32 fouettés y pierda la verticalidad corporal, en suma no es posible que en el siglo XXI veamos escenas tan tradicionales y arcaicas para obras universales que han funcionado durante más de 150 años porque han sabido acercarse al espectador de su tiempo.
La labor más rescatable fue la de la orquesta del teatro bajo al dirección de Koen Kessels, cuyos tempos y matices nos recordaron la grandeza de la partitura de Chaikovsky. También se debe mencionar el buen hacer de Michele Satriano en el papel del príncipe y Michele Satrian en el papel de Benno.
Un poco triste la temporada de danza este año en el Liceo