L'adversari

informació obra



Intèrprets:
Pere Arquillué, Carles Martínez
Direcció:
Julio Manrique
Escenografia:
Alejandro Andújar
Vestuari:
Maria Armengol
So:
Damien Bazin
Il·luminació:
Jaume Ventura
Vídeo:
Cisco Isern
Sinopsi:

Pere Arquillué i Carles Martínez protagonitzen la relació entre un escriptor i un assassí. Un escriptor fascinat per la història real d’un home que va construir la seva vida sobre la mentida. Cristina Genebat, Marc Artigau i Julio Manrique s’uneixen per adaptar un dels llibres més notables de l’escriptor francès Emmanuel Carrère. Com Truman Capote a A sang freda, Carrère, un mestre de les autobiografies, va seguir de molt a prop tot el procés judicial d’un home, Jean-Claude Romand, que el 1993 va matar la dona, els fills i els pares quan estava a punt de descobrir-se que tota la seva vida era des dels 18 anys una única mentida. Julio Manrique ha convertit aquest document sobre l’abast del mal en una conversa entre escriptor i assassí.

Crítica: L'adversari

10/10/2022

'Tête-à-tête' en la frontera del horror

per Manuel Pérez i Muñoz

Mucho antes del resurgimiento de la crónica negra a través de pódcast y programas de televisión de moda como 'Crims', otro francés habitual de las quinielas del Nobel, Emmanuele Carrère, publicó una novela que marcaría un hito en su carrera. Siguiendo el rastro de 'A sangre fría' de Truman Capote, el escritor consagró siete años de su vida a intentar comprender la mente del célebre asesino Jean-Claude Romand, un hombre cuya vida se basaba en una mentira. Durante 18 años, Romand se hizo pasar por un importante médico, un trabajo como alto funcionario en la OMS que nunca existió. En realidad, malgastaba las horas paseando y leyendo en cafeterías. En 1993, a punto de descubrirse el pastel, consiguió un rifle y asesinó a su mujer, a sus dos hijos de 7 y 5 años, a sus padres e incluso al perro. Luego, intentó suicidarse quemando la casa, pero no lo consiguió, y al despertar del coma fue detenido, juzgado y condenado a cadena perpetua de la cual fue liberado en 2019.

Carrère asistió al juicio, se empapó del sumario y tuvo contacto por carta con el homicida. Toda aquella obsesión se transformó en el año 2000 en la novela 'El adversario' (Ed. Anagrama), con posterior película de Nicole García y dos versiones teatrales de Sylvain Maurice y Frédéric Cherbœuf. Ahora, se suma a la lista otra nueva adaptación escénica en catalán del director Julio Manrique, declarado fan del escritor que obtuvo el Princesa de Asturias de las Letras el año pasado. El montaje teatral marcó ayer el inicio de la 31ª edición del Festival Temporada Alta, inauguración en el Teatre Municipal que actúa de sarao teatral del año en Girona. La fiesta posterior, eso sí, quedó un poco deslucida por la lluvia y tuvo que reubicarse en el interior del recinto.

No es la primera vez que Manrique inaugura la muestra de Girona y Salt, ya lo hizo en 2020 con 'Bouvetøya', una obra condicionada por la pandemia a todos los niveles. Esta vez, la apuesta personal del director tiene más recorrido. Para empezar encontramos la adaptación que firma el propio Manrique junto a Cristina Genebat y Marc Artigau, una dramaturgia certera que atrapa el tiempo literario y juega con la sutilidad del original. De ello depende la tensión, pues tanto en la obra como en el libro sabemos desde el principio como acabará la historia. Se dosifica la información y se explora con tino ese juego de espejos entre el escritor y el asesino, un 'tête-a-tête' de alto voltaje interpretativo que se expande como un vals, con dos actores en muy buena forma pero que extrañamente nunca habían trabajado juntos.

Pere Arquillué ahonda resuelto en la voz literaria de Carrère hasta confundirse no solo con el narrador, también interpreta el muestrario de secundarios que ejecuta, en algunos casos, con un punto de amaneramiento. Bien dirigido, Carles Martínez carga con el peso del homicida, con el recorrido que va desde el hombre anodino hasta el monstruo inesperado que intentamos entender sin éxito. El papel parece hecho a medida de su inconfundible deje y de esa precisión característica para actuar en la frontera entre lo corriente y lo inquietante. 

Todo se desarrolla en un salón prolijo en detalles de los años noventa, espacio escénico de Alejandro Andújar que con su densidad impulsa la tensión. Como en el mejor teatro de Ostermeier, cámaras escondidas por el escenario proyectan primeros planos de los actores. Buscan en las expresiones, entre la mentira y la apariencia, alguna respuesta que no llega.