En un futur no gaire llunyà la crisi financera que sacseja obliga l'Estat espanyol a desprendre's del seu patrimoni artístic. Davant la possibilitat de la venda de Las meninas, una afamada monja copista rep l'encàrrec de realitzar una rèplica exacta de l'original de Velazquez. A partir d'aquest moment, la religiosa es veurà atrapada en un dilema d'interessos de diversa índole, alhora que patirà una transformació de la seva personalitat quan l'humil artesana del pinzell es converteix en una reconeguda figura de les arts plàstiques i en una estrella mediàtica.
La autora de Las meninas és una sàtira distòpica en la qual s'aborda el lloc que ha d'ocupar l'art a la societat, així com el controvertible concepte de benestar social. L'obra, igualment, desplega una mirada irònica sobre l'aïllament egòlatra de bona part de lla creació més avantguardista i compromesa dels darrers anys, així com sobre la banalització de l'experiència artística convertida en multitudinari esdeveniment mediàtic en sintonia amb els grans parcs temàtics de l'entreteniment massiu.
L'autor vol compartir l'interès amb el qual contempla les sorprenents realitatz que està generant la democratització indiscriminada en tots els àmbits de la cultura; l'esfondrament de les autoritats relatiu a l'art i el coneixement, l'adveniment, finalment, d'un nou paradigma que situa i equipara al mateix canon una tonada local com, posem per cas, el Rèquiem de Mozart.
Ernesto Caballero
Cuando la Historia de la literatura universal desaparece del temario de bachillerato y las materias de artes plásticas y música recortan horas y contenido en todas las etapas educativas, bien vale cuestionarse sobre la relación entre el arte y la sociedad del momento. Ernesto Caballero lo hace en una comedia muy bien planteada que engancha a doctos y profanos en la materia. Nos mete en el corazón del Museo del Prado, en un futuro cercano, un hipotético año 2037. Allí nos recibe Sor Ángela, una monja copista para contarnos su experiencia ante el encargo de copiar una de las cumbres de la historia del arte. El Ministerio de Cultura, a través de la nueva directora del Museo, le encarga la copia de Las Meninas. Pronto descubriremos que el gobierno del nuevo partido en el poder ha decidido vender el original para paliar las necesidades más perentorias de una hacienda pública devastada por la crisis. A medida que avanza en su trabajo y bajo la influencia de un vigilante nocturno del museo, la otrora humilde copista sufre una transformación que la lleva a descubrir su propia identidad como artista. No debe extrañarnos la elección del Retrato de la familia de Felipe IV de Velázquez, una obra que, además de sus muchas cualidades técnicas, alberga, entre otros significados, una exaltación del arte de la pintura.
Ernesto Caballero ha dado con los resortes de la comicidad tratando un tema de gran calado. Con ello, aunque de forma tangencial, nos invita a reflexionar sobre el papel del arte y el del artista en nuestra sociedad. Carmen Machi despliega todo su caudal de actriz en una interpretación memorable. La humilde artesana que ve en su virtuosismo reproductor la mano de la Divina Providencia, va tomando conciencia de su singularidad a instancias de su amigo Adrián (Francisco Reyes), el vigilante nocturno: un graduado en humanidades que viene a ser una precisa metáfora del descredito de los estudios humanísticos. Sus conversaciones sobre el valor de la copia frente al original y su “aura” introducen en la religiosa la simiente de la “artisticidad” hasta llegar a la posesión. No es cuestión de desvelar el ingenioso encabalgamiento de los arrebatos de genialidad de la monja. Detrás hay un repaso por lo más tentador de los manifiestos dadaístas y futuristas de las vanguardias históricas, por el ensimismamiento del expresionismo abstracto y la hiperbólica presencia mediática del pop art, hasta llegar a las performances de Marina Abramovic. Todo ello ilustrado por un uso magistral del video de Pedro Chamizo en las magníficas pantallas diseñadas e iluminadas por Paco Azorín. Se pasa de puntillas por algunos temas y se abandona la idea de entrar a fondo en el verdadero sentido del arte en medio del circo mediático, pero aun así subyace la idea del que el “buenismo ciudadanista” que encarna certera Mireia Aixalà como su brazo ejecutor, no es más que un lavado de cara con la esponja de lo social del “capitalismo triunfante” al que aludía el gran crítico de arte Juan Antonio Ramírez en uno de sus ensayos.