La bohème. Àlex Ollé.

informació obra



Direcció:
Àlex Ollé
Direcció Musical:
Giampaolo Bisanti
Autoria:
Giacomo Puccini
Sinopsi:

Àlex Ollé fa una relectura audaç de l'òpera de Puccini

En un context dominat pels efectes de la industrialització, la preeminència dels valors burgesos i un clima intel·lectual monopolitzat pel positivisme laic, materialista i científic, l’art es va tornar realista. Així, aquesta Bohème de Puccini és “uno squarcio di vita” en el qual es parla de la fragilitat de la felicitat en un món de misèria, però de manera sentimentalitzada i atenuant la cruesa de la realitat social.

Escenes de la vida bohèmia, els personatges imaginats per Mürger recorden amb nostàlgia la seva joventut com a artistes plens de penúries (el Cafè Momus, les festes i la pobre Mimì, atrapada per la mort en la flor de la joventut).

Àlex Ollé fa una relectura audaç de l’obra i la situa en un barri popular, l’escenari de l’obsessió per tornar al passat; un moment efímer on Mimì i Rodolfo van ser feliços. La música de Puccini ressona de manera sublim, tot retrobant l’essència mateixa de l’obra: els records com a fràgils vincles que ens mantenen suspesos a la vida.

Crítica: La bohème. Àlex Ollé.

22/06/2021

Puccini en el extrarradio

per Imma Fernández

No se merecía la mayúscula puesta en escena de Àlex Ollé de ‘La bohème’ de Puccini los abucheos que cuentan recibió en su estreno liceista por parte del encorsetado público. Mejor fue la acogida, seis días después, de una adaptación contemporánea que encaja a la perfección y hace plenamente comprensible y reconocible el libreto basado en la novela ‘Escenas de la vida bohemia’ de Henry Murger. Del Barrio Latino en el París de 1830 pasamos a una humilde ‘banlieue’ o, por extensión, a cualquier barriada periférica de nuestros días. Con su paisanaje multirracial; sus prostitutas y travestis, grafitis, ‘homeless’, manteros… y con su pobreza energética.

La espectacular escenografía de Alfons Flores –con cierta semblanza a la de ‘L’emperadriu del Paral.lel’, pero a lo grande-, apuntalada por la preciosa iluminación de Urs Schönenbaum, nos sitúa en uno de esos enormes edificios desangelados del extrarradio, con minúsculos habitáculos. Un enjambre de vida; de miserias y alegrías, que enmarca muy bien esta historia de amor y amistad juvenil extrapolable a cualquier época. La frialdad que transmite la gigantesca estructura metálica que ocupa todo el escenario, junto con los copos de nieve que asoman en el tercer acto, realzan el relato (las penurias de los personajes) y funcionan como contrapunto a la cálida y bellísima partitura pucciniana. Lástima que en algún momento la orquestación –con la percusión en los palcos del proscenio- ahogara las voces. Escasa proyección tuvieron los cantantes, especialmente cuando se hallaban en lo alto de los cubículos. Sucedió con el Rodolfo del tenor brasileño Atalla Ayan, cuya bonita voz se quedó baja de volumen.

 Los mayores aplausos se los llevaron las féminas: Anita Harting, convincente en la frágil Mimi –que, otro acierto, fallece de cáncer en esta versión- y Valentina Nafornita, que dibujó con mucha personalidad a la descarada y sensual Musetta. Ella fue la protagonista de un segundo acto teatralmente brillante, con una gran dirección del movimiento de los comensales y camareras –travestis con pelucas azules- en el glamuroso Caffé Momus, donde Musetta acaba trepando por las mesas en dirección a su amado y esquivo Marcello. Ollé ha firmado una  propuesta teatral sobresaliente, con un elenco en el que la interpretación actoral superó a la canora, más deficiente, lo que restó intensidad a algunos pasajes y a una de las muertes más emotivas del repertorio operístico.