La història de l’òpera està farcida de finals tràgics, però molt pocs toquen tant la fibra sensible del públic com la mort de Cio-Cio-San. La música de Puccini és única per la seva capacitat de despertar emocions, de revelar-nos com a pròpia la felicitat o el dolor dels seus personatges.
Madama Butterfly (Milà, 1904) explica la patètica història d’una geisha de Nagasaki, Butterfly (Cio-Cio-San), que confia cegament en l’amor d’un cínic oficial de la Marina americana, Pinkerton, que s’ha casat amb ella segons una llei japonesa que li permet el repudi i ha tornat al seu país. Quan descobreix que l’home que estima reapareix casat amb una americana i demana fer-se càrrec del fill que ella ha tingut durant la seva absència, posa fi al somni occidental que l’ha posseïda i es fa l’harakiri. L’obra se centra essencialment en Butterfly, amb una capacitat d’estimar i una delicadesa admirables. La partitura —amb elements d’exotisme refinat— s’adequa perfectament a la figura de la fràgil i sensible protagonista.
Òpera en tres actes. Llibret de Giuseppe Giacosa i Luigi Illica, basat en l’obra teatral homònima de David Belasco. Música de Gioacomo Puccini. Estrenada al Teatro alla Scala de Milà el 17 de febrer de 1904. Estrenada en una nova versió al Gran Teatre de Brescia el 28 de maig de 1904. Estrenada al Gran Teatre del Liceu el 10 de desembre de 1909.
No importa lo que pase, ni cuánto tiempo pase, el público sigue estando de su parte: Cio Cio San necesita escasas tres horas para convencernos siempre que ella es a la que debemos creer, proteger y admirar. Madama Butterfly es una ópera que, a pesar de ser el mayor fracaso de su autor en su estreno de 1904, ha cumplido ciento quince años triunfando.
Más de un siglo después de su estreno sigue haciendo que el espectador llegue odiar al tenor, que no pare de llorar con ella y que deteste ese complot espantoso que apoya la actitud adolescente, caprichosa y tardía de Pinkerton. Cuando le preguntaron a Belasco por qué había cedido los derechos de su pieza teatral a Puccini respondió: "¿Cómo decirle que no a un italiano que te rodea el cuello con los brazos y tiene los ojos llenos de lágrimas?", y precisamente esa imagen pasional es la que mejor puede definir esta ópera.
En esta ocasión el Liceo ha vuelto a usar la ya conocida producción de Mosche Leiser y Patrice Cautier estrenada en 2006 en este teatro y remontada en 2017 nuevamente, siendo este su tercera repetición, esta vez por Giles Rico. Con formas puras y algunas veces bidimensionales, esta puesta en escena tiene un movimiento escénico discreto, realista y siempre bien avenido con la acción. El único inconveniente es que ya no depara sorpresas y que el dúo de las flores es bastante desangelado desde la dirección escénica.
El trabajo de dirección orquestal de Giampaolo Bisanti fue desde el primer momento muy eficiente y entregado, aunque a veces la orquesta y las voces no estaban bien niveladas en potencia, se debe decir que había una batuta vibrante a lo largo de toda la función. Lo único que puede reprocharse es que el propio director hacía mucho ruido.
Lianna Haroutounian es una buena Butterfly y eso es decir mucho con papel tan complejo y exigente, tanto vocal como actoralmente. Su emisión es clara, sus pianísimos muy admirables y un fraseo siempre emocionante. Nos regaló una buena interpretación de "Un bel dí vedremo..." y otros momentos muy memorables en la escena con Sharpless, temrinando con un excelente "Tu,Tu, piccolo idio...". Jorge de León, por otro lado, realmente no estaba en su mejor línea interpretativa. Un fraseo muy golpeado, una voz demasiado abierta y falta de delicadeza, fueron las constantes de su trabajo. Damián del Castillo hizo con el personaje de Sharpless un buen trabajo, aunque fue el que más sufrió con los descuidos del volumen de la orquesta y hubo muchos momentos en que su voz no llegó al auditorio. Ese mismo problema lo tuvo Felipe Bou en su interpretación del Zío Bonzo, a pesar de su excelente caracterización, no se pudo escuchar mucho de su interpretación. Christophe Mortagne, en cambio, en el papel de Goro demostró muchas cualidades vocales y escénicas, igual que Isaac Galán en su trabajo como el príncipe Yamadori. Ana Ibarra como Suzuki, mostró muchas cualidades actorales que vocales para es papel
Se debe reconocer que todos ellos lograron que esta obra maravillosa siga teniendo esa complicidad con el espectador, que logra el extraordinario libreto de ese dúo de Giuseppe Giacosa (1847-1906) y Luigi Illica (1857-1919), pero sobre todo esa partitura insuperable de Giacomo Puccini(1858-1924), que tiene la capacidad de cuestionarnos y emocionarnos siempre.