Recital. Javier Camarena. Liceu

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Javier Camarena
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Camarena revisa les millors cançons i àries del seu repertori

Considerat un dels millors tenors del món, Javier Camarena torna al Liceu per oferir un recital en el marc de les celebracions del 175è aniversari de la fundació del Teatre. Acompanyat pel seu pianista habitual, Ángel Rodríguez, Camarena revisarà algunes de les cançons i les àries més representatives del seu repertori: des de la mirada a la música de Mèxic, el seu país d’origen, fins al bo i millor del repertori belcantista.

Coronat al Liceu com un dels tenors preferits de la seva generació, genera una autèntica eufòria per allà on passa. Per l’elegància del seu cant, la bellesa del seu timbre assolellat i un virtuosisme natural, és desitjat a tots els escenaris, i és precisament al Liceu on vol construir una relació de continuïtat futura.

En els cercles de l’òpera tothom el recorda com un dels pocs que ha bisat una ària al Metropolitan de Nova York. Més concretament, l’ària de Tonio a La fille du regiment, “Ah, mes amis”, amb la temible seqüència dels nou Do de pit. Una intervenció per la qual ja el podem considerar un autèntic mite del cant.

Crítica: Recital. Javier Camarena. Liceu

17/01/2022

El canto íntimo

per Enid Negrete

El tenor Javier Camarena y el pianista Ángel rodríguez os tienen acostumbrados a un gran nivel interpretativo desde hace 10 años. Eso es lo que puede esperarse de un recital suyo. Lo increíble es lo que no puede esperarse, lo que, a pesar de haberlos escuchado durante años, siempre nos sorprende.

En esta ocasión proponen un programa alejado de los lugares comunes del recital. Mezcla de géneros, escuelas y tradiciones musicales, pero todo con un carácter intimista que uno puede dudar que sea apropiado para un teatro como el Liceo.

Claro, eso hasta que lo escuchas.

Abrió el programa con ópera francesa, un estilo en el que ha incursionado recientemente. Primero el aria de Lakmé: “Prendre le dessin d’un bijou… Fantaisie aux divins mensonges”, donde la descripción del trabajo de estos dos artistas puede resumirse en la frase de su propio texto: Tu voz me susurra al oído misteriosas palabras. 

Fue en “Instant charmant… En fermant les yeux” de la Manon de Massent, donde comenzó la verdadera magia. No oímos nunca un matiz que fuera más allá del mezzo forte. El delicado fraseo y la precisión de los filados a pianísimo de ese tenor veracruzano crearon un momento tan emotivo como sublime. El piano en este caso no era un acompañamiento, era un diálogo creativo y atmosférico, como una hermosa escenografía sonora para la voz convertida en emoción.

Ángel Rodríguez intervino entonces con una versión propia sobre la Habanera de Carmen para piano, demostrando no solo su solidez como pianista, si no su calidad creativa. Lo mismo pasará en su intervención solista en la segunda parte del recital con Las bodas de Luis Alonso, cuyo dominio del género y conexión con el público, provocó una ovación larga y cerrada que rara vez se les da a los pianistas acompañantes de un recital.

A lo largo de las dos horas que duró el programa  pudimos seguir disfrutando de esta capacidad de fraseo exquisito y control vocal del que Camarena ha hecho un estilo propio, así como de la complicidad y profundo entendimiento que tienen entre tenor y pianista.

Por supuesto, “Spirto gentil…” de La Favorita o “La mia letizia infondere” de I lombardi forman parte de un repertorio que el domina como muy pocos en nuestros días, el belcantista. Era claro que serían perfectas. Ahora, con el Lamento de Federico pasa otra cosa. Es un estilo mucho más lírico que ligero y mucho más complejo emocionalmente. Es ahí donde vimos un cambio real, cantar creando el nivel de dolor que refleja esa aria con la técnica belcantista, sin perder emotividad ni perfección técnica, es quizá una de las proezas más impresionantes de esa noche.

Quizá las interpretaciones de las canciones napolitanas de la segunda parte no fueron tan apegadas al estilo, quizá la romanza de zarzuela escogida no es la más famosa o interesante, pero hay una cosa que ha convertido en una constante durante todos estos años de recitales: su voz, su manera de interpretar, rompe todos tus prejuicios sobre las piezas que canta. La canción que pensabas sosa se vuelve encantadora, la romanza que te parecía burda encuentra su elegancia y sí, hace de cada obra algo suyo y te lo convierte a ti, espectador, en algo irrepetible.

Claro que hubo muchos ancores. Por supuesto que fue divertidísimo y encantador su dúo de La Cenerentola con Lena Belkina, mezzosoprano que participará en la siguiente producción del Liceu. Muy emocionante la interpretación de Muñequita linda recuperando su carácter original de despedida, pero fue en La malagueña donde hubo otro milagro, el tiempo se detuvo y los espectadores contuvieron la respiración al mismo tiempo. Un fiatto interminable y un falsete que llevó su voz hasta el fa sobreagudo, nos dejaron uno de esos momentos que hacen que la música deje de ser efímera, esos que se cuenta como: Yo estaba cuando…

Claro que el público catalán se conmovió con su interpretación de la canción catalana con la que cerró definitivamente el concierto. Eso era lo lógico.

Lo que no lo es, lo que entra en un terreno no racional, es la sensación de que ambos artistas habían dejado su alma en ese escenario y le habían entregado algo extraordinario, muy íntimo, a cada espectador. ¿Manierismo? probablemente. ¿Extraordinario?, seguro.