Ball i fotografia. Són els dos elements
destacats de la performance que ens proposa un espai de creació barceloní
situat al barri del Raval i sempre interessat a explorar nous llenguatges i
noves maneres d´establir comunicació amb els espectadors. En l´acció que ens
proposen per les festes de la Mercè ens mostren els seus mecanismes de treball
en convertir els espectadors en protagonistes d´una acció tan senzilla com
ballar. Si voleu un consell, veniu descansats i disposats a donar-ho tot a la
pista abans de descobrir quines sorpreses amaga aquesta acció performativa.
El muntatge és un projecte de Bea Fernández i
Mònica Muntaner, en col·laboració amb DJ Äadrik Synth.
No falla: una idea sencilla, la implicación entusiasta del público y la danza se manifiesta. Se invita a 40 personas que se hagan una fotografía antes y después de bailar durante unos cincuenta minutos en el escenario. Y en un rápido montaje audiovisual se enseñan en una gran pantalla ambas instantáneas. El resultado, no por conocido, impresiona menos: somos distintos cuando dejamos que el ritmo impregne cada célula de nuestro cuerpo. ¿Es importante bailar? Mejor aún: ¿es necesario hacerlo? De todas las numerosas propuestas de danza que estos días se han podido ver en el Mercè Arts de Carrer a la Ciutadella, la más festiva y popular porque implica no sólo a los voluntarios de la experiencia, sino también a la inmensa mayoría que quedamos mirando embelesados esta performance.
El acto de participar: no es una discoteca, está claro. Hay consciencia de ser visto. Aunque no sean bailarines profesionales, saben que son el centro de atención. Que se les observa. ¿Cuánto hay en ese acto de exhibicionismo? ¿Cuánto de temor frente a las propias limitaciones? Me relataba uno de los participantes, de los que bailaron esos minutos sobre el escenario, a la vista de todos: “te das cuenta del compromiso del bailarín, y de cómo su cuerpo es todo de lo que dispone.” Pura fragilidad. Y la cosa estaba fácil: buenos, conocidos, bailongos temas ensamblados por la Dj. Äadrik Synth. ¡Así puede resultar más fácil imaginar lo que supone el aprendizaje y repetición de una coreografía y mostrarse después!
El acto de observar: porque es un escenario, ese es el tema. Somos tan disciplinados siempre... No son profesionales, pero han pasado un acto iniciático (la primera fotografía) y se han subido al espacio reservado (el escenario). Y deberán rendir cuentas (los aplausos). ¿Alguien piensa que algún día romperemos semejante dinámica? ¿Quién habló del espectador emancipado? Fotos, vídeos, redes sociales y todo tipo de comentarios, risas, complicidad y alegría: compañeros, amigos o amantes sobre el escenario mientas los demás no perdemos ojo a sus movimientos. Pura fascinación la del mirón, por envidia quizás, por deseo, por admiración, ¡por lo que sea!
El acto de mediar: la distancia es mínima, solo un pequeño escalón. Pero ese insondable es lo que separa la experiencia de lo hecho y la de lo dicho. La de esos bailarines amateurs que disfrutaron de su tiempo al ritmo de su alma; y la de esos espectadores aficionados que la llenamos de imágenes y pensamientos. Un mismo fenómeno en paralelo. Ahí estriba la magia de este arte: que se produce de manera efímera. Y basta para ello una buena idea, música que la acompañe, cuatro instrucciones básicas y mucha ilusión por compartir con otros esa cosa tan feroz que es vivir bailando.