El meu germà, Bernard

informació obra



Direcció:
Ester Villamor
Sinopsi:

Vinc a fer un exorcisme, un homenatge, un pas. A tancar el parèntesi que la mort ha obert. Se m’acaba el temps per viatjar de la mort a la vida. I m’he agafat a una boia que us pot desorientar: vull parlar-vos de Bernard-Marie Koltès, el dramaturg francès. Mentre mon germà emmalaltia a passos de gegant, jo em resguardava en un llibre: Lettres. François, el germà de Koltès, hi va recopilar cartes que el dramaturg havia escrit en vida. El meu germà, Bernard vol ser un homenatge poètic multidisciplinar, visual i auditiu, cap a la figura del dramaturg Bernard-Marie Koltès, mort prematurament víctima de la SIDA el 1989, just quan es convertia en referent de la dramatúrgia europea.

Però també vol ser un cant d’amor al meu germà.

A tots els germans.

A les mares, cuidadores i amics.

A les que han acompanyat algú fins al final.

Un viatge al més enllà que ens aporta llum aquí.

No vaig llegir cap pàgina seguida, aquelles setmanes a l’hospital, només paraules soltes, en francès. O la primera carta en bucle, peut-être. Bernard tenia 8 anys. És absurd. Però aquí estem. Us vull explicar la història d’uns germans que van perdre uns altres germans. I el que va passar, molt abans.

El meu germà, Bernard 

és un monòleg que neix a partir de la lectura de 

Lettres 

de Bernard-Marie Koltès -que esdevenen una mena de biografia de l’autor-, i que es fusiona amb l’experiència d’acompanyament d’un germà en el traspàs. Un viatge al més enllà que ens aporta llum aquí

Crítica: El meu germà, Bernard

12/11/2024

Un panteón en el Metro de París

per Juan Carlos Olivares

Con su segundo proyecto el equipo creativo formado por Ester Villamor, Berta Giraut y Alfonso Ferri, reafirman su preferencia por el monólogo. Esta vez quien ocupa físicamente el escenario es Albert Ausellé. Le acompañan las voces de Sergi Torrecilla, Oriol Guinart y la propia Giraut. El espacio es un segmento de un andén del Metro de París. Suficiente para encara en el escenario del Teatre Eòlia. Una unidad de asientos grises, una papelera metálica -más barcelonesa que parisina-, una pared curva cubierta de baldosas blancas y en el centro un espacio generoso, enmarcado de cerámica verde, reservado a olvidados retazos de publicidad y a las evocaciones generadas por Ferri. Un lugar de paso (un no lugar) que adquiere con la suma de las palabras en tránsito un significado sarteriano. Ausellé se presenta estirado en el suelo, con la estudiada disposición corporal de un cuadro de la academia francesa del XIX. Un héroe bellamente caído.

Y desde el suelo emerge como una invocación la primera persona de Bernard-Marie Koltès, la que quedó atrapada en su epistolario y que recogió y liberó su hermano François. Cartas a su familia, especialmente a su madre, a su segunda familia de amigos de la infancia, como Nicole Archen, o Maria Casares -entregado a su talento desde que la vio en Aviñón en la Medea dirigida por Lavelli- o Patrice Chéreau, que fue su exclusivo mentor teatral desde que dirigió Combate de negro y de perros. Giraut y Villamor han expurgado este vasto material (las primeras letras son de 1955) para quedarse con el artista errante que se dirige semiconsciente a la muerte con 41 años. El vagabundo atrapado en un andén, mientras se pasean por la pantalla fantasmagórica de la ventana de anuncios el padre desnudo de Hamlet y el rostro Casares en el inframundo del Orphée de Cocteau o en la desesperación vengativa de Medea abrazada a sus hijos.

En realidad, hay alguien más en el escenario, alguien que pertenece a la intimidad de Villamor. Las Lettres de Koltès fueron su lectura intermitente mientras su hermano encaraba la muerte con 42 años. En la selección de textos con Giraut hay por tanto también un mensaje paralelo de esas relaciones que no parecen necesitar palabras pero que son un material valioso cuando son lo único que quedan y el sonido de la voz y el contorno de los rostros se desvanecen.

Una estación sin nombre que es panteón compartido o purgatorio. Aquí los muertos todavía mantienen el recuerdo de sus vidas y levantan altares a sus otros muertos admirados: Dostoievski, Bruce Lee, Baudelaire o Bob Marley. Ausellé vestido de Koltès (tejanos, camisa blanca y chaqueta negra de cuero) se entrega al personaje con dandismo natural de maldito. Elegante en su displicencia de no pertenecer a ningún sitio, en su deseo febril de cuerpos y sustancias, en la prosa exquisita y el pensamiento poético incluso cuando el interlocutor es un amigo o familiar, en su dietario viajero en la selva de Guatemala o los callejones oscuros de Nueva York, ciudad que sentencia como un poeta lorquiano. Ausellé narra y actúa como quien ha traspasado la frontera, pero juega con el público desde la vida.

Un espectáculo extremadamente cuidado en todos sus aspectos. Villamor, Giraut y Ferri no saben -o eso parece si se contemplan los dos únicos espectáculos que han montado- lo que son los titubeos de los inicios. Por supuesto, Villamor ha acumulado experiencia junto a Jordi Prat i Coll; Giraut tiene su carrera como actriz y poeta premiada. Ferri lo mismo, como artista audiovisual y escenógrafo. Pero siempre hay un salto hacia la incógnita cuando sólo cuentas con tu autonomía y propio talento para levantar un espectáculo. Disiparon dudas con La segona millor y ahora confirman que aquí hay un equipo más que sólido con El meu germà Bernard. Esas funciones que obligan a tener el Teatre Eòlia en el radar de los estrenos.