Chicharrón és la darrera baula d’una dinastia flamenca que arriba amb la seva tartana, on hi guarda tots els complements de la penya familiar. Un espectacle unipersonal que fusiona els ritmes i els compassos del flamenc amb els malabars. Un cant a la llibertat, un homenatge a la cultura flamenca, a la dona i a tot el que ens depara la vida. Un mestissatge d’arts, humor i autenticitat que vestirà les nostres vides amb un alegre vestit de llunes. Ole…
Sin mentiras, sin hipocresía, es el significado del 'Sin ojana', espectáculo que fusiona circo y flamenco, las dos pasiones de Germán J. López Galván, el carismático intérprete y fundador de la compañía andaluza Chicharrón Circo Flamenco. Ha creado Galván un personaje con mucho recorrido y con el que resulta muy fácil empatizar, concebido a partir de muchos referentes de la cultura flamenca a la que homenajea. Destila mucha verdad y autenticidad. En el show, abre el carromato donde guarda los bártulos y recuerdos de la peña familiar que, cuenta, fue desahuciada. Entre ellos muestra su altar con fotos de Carmen Amaya, Lole y Manuel, las Grecas o Lola Flores. Humor, alguna nota emotiva (cuando evoca a la madre) y mucho duende despliega el intérprete, que se mete al público en el bolsillo con una historia de mujeres, las de la dinastía flamenca Chicharrón, de la que él es el último eslabón. Es también un canto a la libertad; a ser y hacer cada cual lo que desee, sin ojana. Una reivindicación tan necesaria en estos tiempos de salvajes palizas al 'diferente'. Así lo hace él, transformándose en una artista de labios rojos, peineta y faralaes.
Acostumbrado a como las gasta el alegre público de su tierra, empezó el protagonista recriminando la tibieza de los presentes, con sus discretos 'olés'. Pero no tardó la grada en ponerse también muy flamenca y acompañar a Chicharrón con animadas voces y palmas cuando lo requería.
Entre los números de malabares destacó el del inicio, utilizando un entramado de sillas para los rebotes de unas pelotas, muy vistoso y bien ejecutado. Funciona muy bien esa original fusión del cante y los ritmos y compases del flamenco con los malabares, todo ello salpimentado con la gracia y dominio escénico del artista.
En la interpelación con el público utilizó el recurso archiconocido de enamorarse de un espectador -con el plus de la variante 'gay' -que resolvió con mucho gracejo. Los calurosos aplausos y bravos del público despidieron a este artista emergente que esperamos volver a disfrutar.