Des de l’any 1963, en què el Dr. Jacint Vilardell va fundar el concurs en memòria del cèlebre tenor català Francesc Viñas, el certamen ha assolit un gran prestigi internacional i compta amb el suport dels teatres d’òpera més importants del món. Veus com les de Tamara Wilson el 2011, Javier Camarena el 2005, Antonio Gandia el 2004, Zeljko Lucic el 1997, Violeta Urmana el 1992 o Vicenç Sardinero el 1965 han guanyat el concurs.
El concierto que cerró la edición 58 del concurso Francesc Viñas, la cual se vio afectada lógicamente por todas las medidas a consecuencia del coronavirus, nos presentó a una decena de jóvenes cantantes, en los que destacaron sobre todo las voces graves tanto femeninas como masculinas.
La gala comenzó con el barítono puertorriqueño César Méndez Silvagnoli, quien fue acreedor al Premio Especial “Teatro Nacional de la Zarzuela” y que interpretó: “Mi aldea” de Los gavilanes de Jacinto Guerrero. Una inda voz oscura, con una buena pronunciación en español y un buen fraseo, pero que, sin embargo, se forzaba un poco en los agudos.
Le siguió Andrea Pellegrini, bajo italiano, con una hermosa voz profunda a la que le falta madurez y fuerza, sobre todo en los crescendos tan importantes de “La calunnia” de Il barbiere di Siviglia Rossini, donde la orquesta llegaba a taparle. Este joven cantante fue galardonado con los Premios Extraordinarios “Teatro Massimo di Palermo” y “Leonor Gago – LG Artist Management”.
Deniz Uzun, una mezzosoprano alemana, fue acreedora al Premio Extraordinario de la Academia Internacional de Música Elena Obraztsova de San Petersburgo e interpretó “La Habanera” de Carmen, con una voz que no siempre parecía de mezzo, brillante y asopranada, con un muy buen fraseo y una excelente pronunciación, pero que caía en los estereotipos de la interpretación de esta pieza.
El sudafricano Katleho Mokhoabane fue el único representante del continente negro en esta edición y puede que en casi toda la historia del concurso. Posee una pequeña pero bella voz de tenor que hizo una versión encantadora de “Dies Bildnis” de la ópera Die Zauberflöte (1791), ganó el Premio Extraordinario de la Accademia Musicale Chigiana de Siena.
Por su parte, la soprano rusa Inna Demenkova, ganadora del sexto lugar y varios otros premios entre los que se encontraba el destinado al mejor intérprete de ópera rusa, sin que pudiéramos ver las razones de este premio, ya que en su intervención en el concierto no cantó ninguna aria de ese repertorio. En su lugar interpretó “Quando m’en vo…” de La Bohème (1896) Puccini y “Mi tradi quell’alma ingrata” de Don Giovanni (1787) de Mozart. La ejecución de esta segunda aria es en la que pudimos ver sus mejores cualidades como intérprete, también en la parte actoral.
Cerró la primera parte Chuan Wang, tenor originario de China, quien obtuvo el quinto lugar además del Premio Especial a un finalista tenor. Un tenor correcto y seguro, al que en general solo podemos decir que le falta algo de personalidad y brillo.
La segunda parte la abrió el barítono ruso Vasiliy Sokolov ganador del cuarto lugar y cuatro premios más, todos perfectamente defendidos con una hermosa voz, un fraseo excelente y un timbre exquisito. Interpretó “Hai già vinta la causa?” de Le nozze di Figaro y el aria de Oneguin de Chaikovski con potencia, temperamento y soltura. Este es un cantante a seguir porque seguramente dará sorpresas importantes.
El ganador de tercer lugar fue otro barítono, el argentino Germán Enrique Alcántara, quien también se llevó tres premios más, entre los que se contaba el premio del público. Un joven con una voz importante, buen intérprete (aunque con algunos excesos) y muy interesante. Nos confirmó que lo mejor de esta edición han sido los barítonos.
El segundo lugar (además de otros dos premios especiales) fue para la ucraniana Olga Syniakova una mezzosoprano con una voz aterciopelada y muy timbrada, que hizo una muy buena interpretación del aria de las cartas de Werther, pero que le faltó sensualidad en “Mon coeur s'ouvre à ta voix” de Samson et Dalila.
Pero la verdadera sorpresa fue que el primer lugar fuera Carmen Artaza cantante española, que parece más soprano que mezzo y cuyas interpretaciones de “Va! Laisse couler mes larmes” de Werther y “Parto, parto…” de La clemenza di Tito de Mozart, no fueron más allá de la corrección. Sinceramente parecía poco coherente, sobre todo porque se le dieron seis premios más, que incluyeron el premio del público.
Un concierto que, como cada año, nos lleva a ver el futuro de la ópera y de esta sociedad, hoy tan castigada, pero que nunca dejará de encontrar consuelo en la música y en la voz humana.