Concert homenatge a Montserrat Caballé

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Crítica: Concert homenatge a Montserrat Caballé

19/08/2019

Radvanovsky en homenaje a la Caballé

per Enid Negrete

Uno de los retos más grandes que enfrenta un artista de trayectoria internacional son las expectativas con las que llega su público. He visto a queridos cantantes sentir la enorme presión de no bajar su nivel a ningún precio, de no decepcionar a quienes los van a escuchar, de presentar siempre algo nuevo.

La soprano Sondra Radvanovsky tenía esa presión sobre sus hombros en su recital del 17 de agosto pasado. Había bisado La mamma morta en su más reciente presentación en Barcelona, tiene cinco años viniendo ininterrumpidamente a Cataluña con éxitos memorables y ya está programada para una Aida con reparto impresionante para el festival del año que entra. No puede ocultarse que todos esperábamos un recital extraordinario.

Ella salió con su enorme sonrisa y acompañada por excelente pianista Anthony Manoli a cantar varias canciones antiguas italianas de autores como Giulio Caccini (1551-1618), Alessandro Scarlatti (1660-1725), Christoph W. Gluck (1714-1787), que parecían demasiado pequeñas para su voz, pasión y temperamento. Despúes explicaría que ese recital era una manera de acercar a sus espectadores a su persona y, por lo tanto, a la música que la ha formado.

Desde mi personal punto de vista, el recital realmente comenzó con la canción "Per pieta,bell'idolo mío..." de Vincenzo Bellini (1801-1835), que es casi una calca del aria para soprano de I Puritani. A partir de aquí y hasta el fin de la primera parte, que incluyó una extraordinaria versión del "Non so le tetre immagini..." del Il Corsaro de Giuseppe Verdi (1813-1901) y terminó con el "L'amor suo mi fe'beata..." de Roberto Debereux de Gaetano Donizetti (1797-1848), tuvimos un recital que mostraba enormes herramientas belcantistas y técnicas: fraseo perfecto, claridad en las coloraturas, frases que terminaban en agudos pianísimos para iniciar otras frases en crescendo, en fin, todo lo que pide la interpetación belcantista.

La segunda parte nos llevó desde una encantadora terna de canciones de Gioachino Rossini (1792-1868) al verismo de canciones autoplagiadas de Giacomo Puccini (1858-1924) y una Manon desesperada y sola, con agudos perfectamente emotivos que nunca olvidaremos.

Fue al final de esta segunda parte, cuando comenzó el recitativo del aria de Macbeth "Una macchia, è qui tuttora!" que tuvo que detenerse por una molestia asmática, fue por su inhalador y disculpándose volvió a comenzar una de las interpretaciones más electrizantes que se pueden oír en nuestros días de esta mujer autodestructiva y culpígena.

Hasta aquí, habíamos sido espectadores de un excelente recital, había cumplido todas nuestras espectativas, pero los grandes artistas siempre hacen algo más que eso.

Se emocionó al anunciar como primer ancore el aria de Adriana Lecouvreur por lo que significaba ser la sirva de su voz y el final de esa aria, con un pianísimo que creció a forte y se filó a pianísimo después, quedará en los oídos de los privilegiados que estuvimos ahí para siempre.

Le siguieron la "Casta Diva", el "Vissi D'arte...", el aria de La Wally que tiene más de 25 años interpretando y el último fue la canción del Mago de Oz "Rimbow". No estábamos preparados para ese estado de gracia en el que interpretó frase tras frase, nota tras nota, cada una de esas arias.

Claro que terminó el concierto con el público de pie, claro que buscaremos incansables volver a oírla en el concierto que planea con las arias de las tres reinas de Donizetti, en Aida y en lo que quiera cantar, claro que queremos que regrese cada año los próximos veinte, por que no es que cumpla nuestras expectativas, es que nos da motivos para soñar con más.