Dues germanes, dones, nenes, adultes, joves o potser pingüines viuen en un lloc del que no poden escapar. Ell les ha tancat per fora.
Elles, jocs innocents, jocs menys innocents, 7 llibres i les seves pròpies preguntes, somnis, amics imaginaris, pors i de tant en tant esperances.
Falten hores, minuts, segons per a les 12 de la nit i una d’elles fa anys. Fer anys i créixer en un món que et limita i que et fa abandonar la infància molt abans d’hora, que te l’arrenca, t’esgarrapa i t’infecta les ferides. Si sobrevius dóna gràcies.
Però encara no són les 12 i el temps s’escurça i s’allarga a la seva voluntat, un passatemps rigorós que s’ha convertit en el dia a dia d’aquestes nenes, joves, adultes, dones, germanes o pingüines.
Aprendre a conviure com a única manera de viure, sobreviure i potser morir.
(...)
La dramaturgia es como una flor al que se le van arrancando sus pétalos. Delicada al principio y dura, áspera y "fea" al final. El ritmo del principio te atrapa y te suelta, aunque el espectador esté siempre alerta al próximo paso, hay momentos en que te permiten respirar, tomar aire para la próxima embestida. Eso sí, una vez resuelto uno de los principales misterios de la obra, no serás capaz de quitártela de encima. Vivirás, respirarás y sentirás todo y cada uno de los movimientos de las protagonistas como si fueran tuyos.
Quien siga a Júlia Barceló en las redes sociales o quién haya visto sus últimas interpretaciones, verá un sello muy personal en la dirección del montaje. Sin duda la escena final es el ejemplo más claro, pero a lo largo de la obra también va dejando ligeras pinceladas. Sin duda, Goldilocks parece escrita para que la dirigiera ella. Ha controlado a la perfección los tempos, los movimientos, ha sabido conducir perfectamente al espectador durante toda la historia hasta dejarlo sin aliento.
A pesar de la inexactitud de edades, Alba Ribas y Meritxell Termes capturan la inocencia de cuerpos y miradas, gestionan el tono infantil con registros más adultos, implican al público en su situación y consiguen que seamos empíricos y cómplices al mismo tiempo de su drama. Goldilocks es una obra difícil de digerir pero mientras observaba, con los ojos bien abiertos, a sus protagonistas actuar, me daba cuenta de que el papel más difícil lo tenían ellas. Sin duda son el puntal de la obra y consiguen que dejemos de pensar en edades, que nos olvidemos de todo y nos centremos única y exclusivamente en su drama.(...)