A Jerusalem, en una terra que ha vist créixer religions ancestrals, guerres eternes i mites mil·lenaris, tres turistes nord-americans s’enfronten al pes de la història i al del seus propis fantasmes mentre dos joves palestins porten a terme un pla secret per donar sentit a una vida immersa en la misèria i l’opressió.
En un escenario todo debe –o debería– estar justificado. También el entorno geográfico elegido para desarrollar la trama. Si el autor decide trasladar la acción al Israel de hoy mismo, con el conflicto abierto con los territorios palestinos; cuando opta por hacer convivir palestinos con turistas judíos y católicos llegados de Nueva York, será para explotar a fondo ese encuentro. Pero eso no pasa en Gust de cendra de Guillem Clua. El autor se conforma con apuntar las tensiones culturales, sociales, políticas y religiosas y desarrollar sólo aquellas que forman parte de la esfera privada de las emociones. Una obra que desperdicia de una manera casi consciente todo el potencial que plantea para seguir las reglas de una comedia dramática que podría, con ligeras variantes, pasar en cualquier punto del mundo con un conflicto abierto.