Don Bucefalo és un vell verd que fa de mestre de capella en un poblet. Un dia escolta cantar a tres noietes i es compromet a convertir-les en famoses cantants d’òpera.
Un antic alumne, Don Marco li deixa un clavicèmbal per les lliçons i perquè ha posat l’ullet en Rosa, una de les noietes, però aviat se n’adona que el mestre també s’ha encapritxat d’ella. Don Bucefalo proposa muntar una òpera seva i les noies encara que són incapaces d’aprendre-se-la, exigeixen privilegis i capricis i a disputes per gelosia. Carlino, amarit de la Rosa i a qui tothom dóna per mort a la guerra, torna al poble disfressat i es pensa que Rosa fingeix la seva viudetat per atreure l’atenció dels galants del poble. Tot s’embolica aleshores fins arribar al dia de l’estrena en que la funció resulta un disbarat i finalment es desfan els embolics, es demanen disculpes i es recupera l’alegria.
Reírse de sí mismo siempre es un signo de inteligencia. La ópera que se burla de sí misma siempre lleva una carga de crítica y de otra de denuncia, pero sobre todo nos hace mirar de una manera divertida a los seres escénicos que siempre son extraordinarios.
La ópera de Cámara de Barcelona nos regaló una de las obras más deliciosas sobre este tema: Le cantatrice villane (Las cantantes aldeanas) o también conocida como Le virtuose ridicule (Las virtuosas ridículas) de Valentino Firovanti (1764-1837), un compositor prolífico y exitoso que fue víctima de la avasalladora figura de Gioachino Rossini (1792-1868), por lo cual, de sus setenta y cinco óperas, sólo se representa ésta en nuestros días y muy escasamente.
Encantadora, divertida y con detalles sumamente modernos (como incluir errores de la orquesta y de las cantantes en la propia partitura), esta obra de solo hora y media, parece un ejemplo clarísimo de la ópera buffa de finales del siglo XVIII, ya con las características que harán famoso a este género en el siglo XIX. No se tiene la fecha exacta de su estreno, peros e considera que fue entre 1796 y 1801.
La producción que nos presenta la VI temporada de la Ópera de Sarrià es, en cuanto a la dirección musical y vocal a cargo de Assunto Nesse, de muy buena calidad. En el elenco se pueden destacar a Inés Lorans, una soprano con un timbre interesante y unas cualidades actorales importantes, (quizá sólo puede reprochársele un pequeño problema de apoyo y falta de redondez en los agudos), Donato di Gioia que nos hizo reír mucho en el papel protagónico con su trabajo eficiente y bien cuidado tanto vocal como actoralmente; Pedro Quiralte con una muy buena presencia escénica y una voz profunda; además de Alba Fernández y Helena Ressurreiçao, cuyas actuaciones hicieron de todo el conjunto una gusto de homogeineidad y compenetración.
No se puede dejar de mencionar a los figurantes, Mercé Perez- Dessoy, Maria de los Ángeles Reynaud, Maria Paz Sotullo, Jorge Agustí, Jan Omedes y Massimo Mameli, que en el momento de la representación tuvieron una actuación encantadora.
La dirección escénica y la parte visual del montaje, ya no está tan lograda y no por falta de recursos, sino quizá por el exceso de las producciones tradicionales, que ya no corresponden con las maneras de ver los espectadores actuales. Algo muy antiguo y poco veraz se veía en un decorado amontonado y un vestuario excesivo.
Más allá de eso, esta ópera, con su música chispeante, su candor y encanto, además sus chistes nuevos a pesar de haber sido escritos hace doscientos años, es una opción maravillosa para disfrutar del humor inteligente de la ópera buffa.