Aquests dies de confinament no hi ha teatre. Amb l'objectiu de reconfortar i acompanyar aquests dies de soledat i estranyes, moltes companyies que han penjat vídeos dels seus muntatges. Recomana, sensible a la iniciativa desinteressada dels artistes, els ordena a través del web.
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L’italiana in Algeri és una obra que juga la carta de l’alliberament de la dona a través de la seva protagonista, Isabella, capaç de posar cada cosa al seu lloc davant la rudesa de Mustafà. Rossini va aconseguir, als 21 anys, un triomf total amb aquesta farsa còmica en dos actes. Malgrat ser tan jove, el músic italià va consolidar el seu estil personal, com a legítim hereu de l’òpera buffa del segle XVIII. Grans àries i uns concertants esplèndids —com ara l’onomatopeic final del primer acte— són alguns dels plats forts d’aquest hilarant menú rossinià. L’italiana in Algeri arriba al Liceu després de 36 anys d’absència.
L'italiana in Algeri es una de las obras pertenecientes al esplendor del cisne de Pesaro. Gioachino Rossini (1792-1868) la escribe en la plenitud de su brillante y envidiable carrera. Es una obra llena de recursos escénicos, de personajes encantadores y de situaciones muy divertidas.
La música de Rossini, con esos concertantes vitales y esas arias hermosas, es uno de los más profundos retratos de los defectos humanos. Podríamos incluso considerar esta obra como feminista por la importancia que tienen las mujeres en ella y por que el vicio a ridiculizar es la petulancia del hombre en el poder.
En este caso hablamos de un montaje muy acertado de Vittorio Borrelli director italiano con una larga carrera en Turín, que tiene un equipo de excelentes diseñadoras de escnografía y vestuario y que crearon un espacio tan divertido y sugerente como al propia música rosiniana. La puesta en escena y el movimiento de los cantantes, así como toda la resolución escénica de la situaciones buffas fueron de la más alta calidad.
Riccardo Frizza nos tiene acostumbrados a su cuidadoso trabajo con la tradición italiana de la ópera. Esta no fue la excepción y nos regaló una orquesta equilibrada y vibrante con la fastuosidad de Rossini.
Luca Pisaroni fue un buen Mustafá, tanto escénica como vocalmente, La Elvira de Sara Blanch, aunque escénicamente fue muy eficiente, vocalmente era demasiado metálica y chillante. Verduhi Abrahamyan es una mezzo sorprendente, con un color de voz oscuro y bastante aterciopelado, quizá demasiado grave para el carácter ligero del papel, pero que logró convencer con su coloratura limpia y su encantadora actuación. En general debe decirse que el elenco era mucho mejo escénica que vocalmente, pero esto nos hizo disfrutar muchísimo de una obra en su conjunto en lugar de poner atención a una sola estrella.
Rossini es música para alegrarse, para ser feliz y para hablar de la forma más divertida de lo políticamente incorrecto. Este montaje, sin grandes estrellas ni aspavientos, logró ese loable cometido.
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