Acció teatral en tres actes, estrenada al Burgtheater de Viena l’any 1762 i basada en les Metamorfosis d’Ovidi. Quan Gluck va tornar a la faula d’Orfeu, més d’un segle i mig després de Monteverdi, d’alguna manera es va comprometre a revolucionar les convencions existents de l’òpera. Centrant-se en la potència, cohesió i riquesa de l’argument, va fer néixer una obra innovadora amb una increïble abundància de ballets i cors que irradien bellesa lluminosa alhora que revisen les formes del passat.
A banda de la preciosa obra de Gluck, l’atractiu principal rau en l’oportunitat d’escoltar la versió que en farà René Jacobs, al capdavant de l’Orquestra Barroca de Freiburg, instal·lada de fa temps a l’Olimp de les formacions historicistes.
Jacobs, que va ser un dels contratenors més importants de tots els temps i va fixar la versió de com cantar Orfeo, ara aborda el títol des de la vessant de director. El seu enfocament se centrarà a emfatitzar el drama tot subratllant les dinàmiques i la universalitat de la partitura. La seva direcció és la promesa de la riquesa en el matís, la teatralitat i l’elegància; una direcció detallista amb la voluntat d’oferir quelcom nou i únic.
Tot i que el tema està extret d’un dels mites més bonics, la trama se centra molt en la parella d’Orfeo i Euridice, i el seguit d’àries demanen una sensibilitat i un virtuosisme consumats.
Entre la gràcia i la poesia, Gluck ens situa a Orfeo en la cruïlla d’una decisió on haurà de prendre riscos i fer el salt al buit per iniciar una aventura impressionant que el durà a una dolorosa baixada als inferns per recuperar la seva estimada. “Che farò senza Euridice.”
Orfeo ed Euridice (1762)de Gluck fue una ópera que tardó en encontrar su camino al éxito, ya que hasta su estreno en Italia realmente capturó la atención del gran público. Ese triunfo -que ya cumple 261 años- puede confirmarse viendo que en la última década 67 casas de ópera la han representado en 22 países de cuatro continentes. ¿A qué debe su permanencia en las programaciones sobre todo de Alemania y Francia? se pueden aventurar muchas respuestas, pero quizá una es que es un gran lamento al quebranto amoroso. Oscura y dolorosa, es quizá la primera ópera que se centra, dramática y musicalmente, en una pérdida tan definitiva como profunda, capaz de conmover al mismo infierno. La belleza que vence al horror y a la furia.
En esta ocasión hemos podido disfrutar de la versión de René Jacobs y la sonoridad preciosa de la Freiburguer Barockorchester , donde cada músico es un ejemplo de cuidado, virtuosismo técnico y saber trabajar en conjunto. De esta agrupación es importante resaltar el trabajo de la arpista Mara Galassi, una gratísima sorpresa por su maestría, fraseo y expresividad.
Otra sorpresa fue el debut de la contralto Helena Rasker, que con su breve biografía se puede adivinar su dedicación ala ópera estilísticamente más especializada. Con un fraseo especialmente preciso, una voz profunda y un cuidado estilo, nos regaló un Orfeo no sólo interesante sino emotivo. La italiana Giulia Semenzato, joven soprano con una encantadora presencia escénica, se hizo cargo del papel de Amore, al cual llenó de su juventud y elegante energía. Ellas dos, acompañadas de la soprano húngara Polina Pasztircsák, quien, además, daba una verosimilitud a su trabajo escénico remarcable, fueron las intérpretes de esta pieza maestra en una versión de estilo impoluto.
El RIAS Kammerchor tuvo una participación de altísima calidad, con una integración perfecta y una sonoridad envolvente y aterciopelada. En general, no puede más que decirse que es una verdadera delicia de obra, pero también el hecho de la representación con un rigor inteligente y un respeto completo por la obra de Gluck.