Aquests dies de confinament no hi ha teatre. Amb l'objectiu de reconfortar i acompanyar aquests dies de soledat i estranyes, moltes companyies que han penjat vídeos dels seus muntatges. Recomana, sensible a la iniciativa desinteressada dels artistes, els ordena a través del web.
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Màntua, Itàlia. Rigoletto, bufò del duc de Màntua, té una filla secreta que és seduïda pel duc. Els cortesans la rapten i la porten a palau creient que és l’amant de Rigoletto, que els insulta i els reclama la seva filla. Després de fer veure a la filla que el duc no l’estima, Rigoletto planeja la seva venjança.
Debut mundial de Javier Camarena i Antonino Siragusa en el rol del duc de Màntua al Liceu, acompanyats de Carlos Álvarez, Àngel Òdena i Leo Nucci, en un Rigoletto de luxe al coliseu barceloní. Una peça essencial de l’òpera basada en un drama de Victor Hugo i censurada abans de l’estrena per la seva crítica a la monarquia de l’època.
La producciò de Monique Wagemakers és minimalista però molt complexa tècnicament, amb un vestuari vermell venecià renaixentista que recrea l’intens espectre emocional de Rigoletto.
Rigoletto forma parte de la trilogía más popular de Verdi (integrada además por La Traviata, e Il trovatore), la cual fue escrita en un periodo de dos años que van de 1851 a 1853. Esta ópera está basada en el drama de Victor Hugo (1802-1885) Le Roi s'amuse, y fue llevada a la ópera con el libreto de Francesco Maria Piave (1810-1876), quien fuera casi el autor de cabecera de Giuseppe Verdi (1813-1901). Está inscrita todavía en la corriente belcantista y su historia fue censurada en su momento, sobre todo por el mal lugar en que dejaba a la nobleza. La innovación más importante que nos aporta es su final, ya que se aleja por completo de la tradición de los finales concertantes, con un gran conjunto vocal y escénico. A lo largo de los años ha ocupado un lugar privilegiado en el gusto del público a pesar de sus muchas deficiencias dramatúrgicas y musicales, simplemente en el Liceo esta es la representación número 363 desde 1851, cuando se estrenó en este teatro.
Hacer una ópera tan conocida como esta es un riesgo bastante grande. Primero porque existen mil versiones de ella que pueden ser referencia y punto de comparación, segundo porque la mayor parte de los aficionados la consideran una obra maestra del género, por lo que el querer innovar en ella es siempre un riesgo.
En este caso quiero comenzar por hacer un reconocimiento al trabajo escénico de la directora de escena Monique Wagemakers, que logró acciones coherentes en un libreto que poco tiene de ello, verosimilitud en las emociones y un montaje de una belleza plástica patente. La producción tenía una estética que a pesar de estar basada en el renacimiento, se percibía como de vanguardia. Tanto la escenografía de Michael Levine como el vestuario de Sandy Powell fueron una clase de imaginación y calidad de diseño. No entiendo ni comparto los abucheos del público al final, que, de tanto repetirse en cualquier tipo de montaje, más bien parecen una costumbre que una reacción honesta a la puesta en escena.
La dirección musical de Riccardo Frizza, por el contrario, tuvo una extraña propuesta del tempo de la obra y en muchos momentos pesaba. La verdad es que también se hubiera agradecido una relación con las voces más adecuada, porque logró volverlas inaudibles en muchos momentos. Cosa difícil con una voz que corre tanto por la platea como la de Javier Camarena, pero más fácil con las partes centrales del papel de Carlos Álvarez. Este barítono hizo un Rigoletto apegado al estilo verdiano, con la corrección y la eficiencia a la que nos tiene acostumbrados, su trabajo es realmente remarcable.
El debut de Javier Camarena en el papel del Duca no puede considerarse de otra manera más que exitoso. Con un fraseo perfecto y la seguridad técnica que lo hacen dar las notas más agudas de su tesitura con facilidad pasmosa, sin cambiar de timbre, ni color, Camarena abordó este papel desde un punto de vista muy inteligente. Logró un personaje complejo y con muchos más matices, tanto de carácter como musicales, de lo que normalmente dan los tenores que lo interpretan.
El problema y punto más débil del elenco fue la soprano Désireé Rancatore. El vibrato es demasiado amplio, la afinación muy poco precisa y estuvo en muchos momentos en riesgo de romper notas. De entre los coprimarios, cabe destacar la hermosa voz de Ante Jerkunica, bajo croata, que le dio a Sparafucile una personalidad propia y muy por encima de la corta dimensión del papel.
Fuera del trabajo de la soprano, se puede hablar de un espectáculo hermoso y correcto, que logra que el espectador siga el libreto e interesarlo en la historia de estos personajes, que, como en todas las óperas, viven y exhiben sus pasiones más profundas, pero esta vez en un hermoso escenario.
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