Te encuentras con el pasado después de veinte años,
y el pasado se convierte en una pesadilla presente,
una trampa mortal
donde el artificio, la mentira, la muerte, la amistad,
se transforman en disfraces de alta cultura.
Cinco horas de banquete fúnebre.
En la tumba del arte y de la vida,
Bernhard echa paladas de tierra hasta enterrarse a él mismo más que a nadie.
Las palabras le salvan,
siempre le han salvado.
Y aunque a veces da la impresión al escucharlo
de que a la raza humana no la salva nadie,
en la aceptación de lo inevitable,
Bernhard nos invita a vislumbrar una posible redención.
“Quizás por no haber nacido en la Estiria,
donde son especialmente aficionados al suicidio.”
(Juan Navarro i Gonzalo Cunill)
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