The Guest

informació obra



Intèrprets:
Pia Elton Hammer, Mate Meszaros, Jon Filip Fahlstrøm, Dimitri Jourde, Merete Hersvik, Antero Hein, Valtteri Raekallio, Edhem Jesenkovic, Yaniv Cohen, Camilla Spidsøe Cohen, María Muñoz, Edhem%20Jesenkovic
Composició musical:
Demdike Stare, Le Trio Joubran
Il·luminació:
Chrisander Brun
So:
Morten Pettersen
Vestuari:
Therese Vågane
Producció:
zero visibility corp.
Companyia:
Mal Pelo
Direcció:
Marta Gil
Sinopsi:

Som hostes o amfitrions? Quin tracte dispensem als qui acaben d'arribar a la nostra comunitat? Un relat breu de l'escriptor francès Albert Camus serveix en part d'inspiració a una coreògrafa fascinada pel concepte de l'ambigüitat, una artista tan capaç de seduir el públic amb el seu art com de fer que es remogui incòmode a la butaca.

Les seves coreografies, cent per cent físiques i plenes d'energia, però també de poesia, exploren conceptes oposats en canvi permanent. Aquest cop convida el públic a envoltar l'escenari per tal d'esdevenir testimoni proper de les relacions que els intèrprets estableixen entre ells, i veure com afecten la seva capacitat per prendre les decisions més correctes.

La nova peça d'una coreògrafa que ha seduït espectadors d'una vintena de països i que enguany també ha col·laborat en l'espectacle de teatre, dansa i música "Aquil·les o l'estupor" que es pot veure al Grec 2015 del 28 al 30 de juliol.

Crítica: The Guest

24/07/2015

Frontera lejana

per Jordi Sora i Domenjó

Acerca del fenómeno de la inmigración y la dudosa atención que el mundo occidental está prestando al tema (Europa a la cabeza de un dudoso ranking de desgracias) trata esta coreografía de la sueca Ina Christel Johannessen para la compañía que fundó: Zero Visibility. Se trata de un trabajo coral de danza física con 11 intérpretes, en el que probablemente se haya visto alguna de las imágenes más impactantes de este Grec 2015, con un despliegue implacable, contundente fisicalidad y que impresiona por su tensión y fuerza expresiva. El secreto está en un colectivo de bailarines, procedente de diversos países y tradiciones de danza, que arriesgan y sudan cada instante como si fuera su última oportunidad. No hay descanso y su enérgico ir y venir por el escenario, una inmensa superficie que simula el suelo de una casa, sitúa perfectamente la “lucha ambigua” a la que se refieren cuando presentan la pieza, entre hospitalidad y amistad, oposición y hostilidad, con la que tratamos a los que llegan a nuestras comunidades.

La acción se lleva a cabo en un escenario en el que los espectadores están intencionadamente dispuestos alrededor y son visibles durante casi toda la función. Los focos de atención son diversos, hasta en ocasiones difíciles de poder seguir porque se reclama la atención desde diversos ángulos, lo que da todavía más sensación de angustia. No es para nada una pieza cómoda de observar, especialmente cuando en algunas ocasiones los bailarines se sitúan mirando de frente, formando una barrera humana que se antoja llena de dolor e incomprensión. Lo que está verdaderamente en juego en esta obra es nuestra posición frente a ellos, más que no el sentido dramático de lo explicado, que acaba resultando lineal y reiterativo. Incluso excesivo en esa primera larga parte del espectáculo.

Luego se cierra con una anotación más breve, con sólo la mitad de sus bailarines, en un entorno menos hostil que el anterior, aunque no carente de dificultades. Al fin y al cabo tampoco deberíamos idealizar nada y si la acogida que dispensamos a los inmigrantes es una asignatura pendiente; la situación en algunos de sus países de origen necesita también de una buena revisión, especialmente por lo que afecta a los derechos humanos. Desde el punto de vista del movimiento esta segunda parte se estructura con unos patrones completamente diferentes, pues ya no se busca el impacto emocional, sino la simpatía para con los protagonistas de la historia. La verdad es que esta conclusión más bien rompe la pieza, y hasta resulta un punto condescendiente. Es una frontera lejana, es cierto, ésa que se observa desde los países del norte europeo, y los trasiegos y desgracias diarias por el Mediterráneo. Pero convertir este grave problema en una cuestión exclusivamente emotiva es simplificar las cosas y tampoco creo que ayude a resolverlo.