El Miquel ha recuperat les regnes de las seva vida i, amb elles, la custòdia del seu fill biològic.
El nen, al qual gairebé no coneix i al que va perdre només néixer pel seu problema amb les drogues i l’alcohol, ha viscut fins ara amb la Cristina i el Marcos, els pares d’acollida, que reben una dura estocada quan s’assabenten que el temps s’ha acabat i el nen ha de marxar de casa…
El Miquel li deu al nen una vida sencera, tota una vida per davant; la Cristina i el Marcos, la possibilitat de continuar amb la vida que han viscut junts fins ara.
Dues vides diferents. Dos punts de vista diferents. Una trobada necessària.
Recomanada a partir de 13 anys
A un lado, la familia de acogida. Al otro, el padre biológico. A un lado, un matrimonio –Anabel Totusaus y Eduardo Telletxea – con medios y posibles, que ha pasado dos años cuidando del que también es su hijo. Al otro, un exalcohólico y exdrogadicto –intensísima interpretación la de Pau Sastre-, quien tuvo a su hijo sin saber que iba a ser padre, y quien se ha esforzado al máximo para recuperarse y recuperarlo. ¿Con quién debe quedarse el niño?
El debate está servido, sin que la dramaturgia de José Pascual Abellán nos dé una respuesta clara. Sin buenos ni malos. Sin juicios ni moralejas. Solo la representación humana de un conflicto y de tres puntos de vista que, como en la vida, evolucionan constantemente. En medio, un buen número de reflexiones sobre la paternidad y el miedo que conlleva tal responsabilidad. Con momentos de humor surrealista surgidos de la incomodidad y el nerviosismo, tal y como pasa en la vida. Y unas cuantas frases que dan qué pensar.
Muy destacable es también la puesta en escena del director Sergio Arróspide, con una escenografía sencilla pero llena de significado. El osito de peluche se convierte en el elemento clave para la representación de un niño cuya aparición queda elidida, pero para nada ignorada. También el vestuario y los pocos elementos escénicos contribuyen de forma sutil pero muy visual a la presentación precisa de los personajes y sus formas de vida. La acertada estructura dramática, en la que se destacan los paralelismos entre los dos bandos, viene apoyada por la iluminación que focaliza la atención en cada momento.
Al final, todos los elementos se ponen al servicio de la pretensión absoluta de la obra: Que los espectadores nos interpelemos durante toda la función sin llegar a una conclusión clara de qué es y qué no es correcto. Generando duda, debate y una reflexión que seguirá más allá del teatro.