Segona sessió teatral dedicada al procés independentista català de les dues que ha encarregat el Teatre Lliure. S'ha encarregat a onze dramaturgs que escriguin, cada un, un text breu per a un màxim de tres actors. Excepte en dos dels casos, tots els textos són dirigits pels seus autors.
Ella de Lali Álvarez - Imma Colomer
Només una veu, de Llàtzer Garcia - Ivan Benet
Supremacistes de Cristina Clemente - Júlia Barceló i Laura Conejero
Capità Mandrake de Clàudia Cedó - Alejandro Bordanove i Miquel Gelabert
You Say You Want a Revolution d'Helena Tornero - Ahmad Alhamsho, Alicia G. Reyero i Manar Taljo
La solitud de l'u de Sergi Belbel - Alejandro Bordanove i Laura Conejero
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Las dramaturgias de Lali Álvarez siempre ponen el dedo en la llaga y nos hace cuestionarnos la realidad. Una mujer mayor nos pide ayuda. Está a punto de ser deshauciada y necesita ayuda. Los paralelismos entre el proceso de desahucio y el proceso político son numerosos y significativos: la solidaridad, la idea de que los catalanes construimos todo entre todos, la negociación y la organización de la gente... Con luz o sin ella, Imma Colomer nos atrapa. Soberbio su papel, como lo es también el final del monólogo.
Como quien pasa página, Llàtzer Garcia comienza proyectando a Brecht mientrasIvan Benet se prepara para desgranar su monólogo, ya que su personaje no cree en el diálogo sino en la defensa de uno mismo. La historia transita alrededor de si poner una bandera o banderola en el balcón te hace pertenecer a un bando.Només una veu juega al mismo juego del texto de la semana pasada de Esteve Soler, Pàtria. En aquella ocasión, Soler cuestionaba el patriotismo de unos y de otros, aquí Llatzer cuestiona la democracia, la libertad y el amor por la patria, eso sí quizás sin forzar tanto la máquina, desde un punto de vista más filosófico.
Volvemos al diálogo con Supremacistes de Cristina Climente, dirigida por Mònica Bofill, donde Júlia Barceló y Laura Conejero interpretan a dos profesoras de primaria, un poco bastante obsesionadas con el procés, los unionistas y el independentismo. En la misma línea que la semana pasada apuntaba Marc Artigau en La Peixera, Clemente fuerza la situación obsesiva hasta convertirla en víctimas y verdugos de la que ellas denuncian. Sin duda, es la pieza más cómica de toda la velada y asistimos a un repaso de odios unionistas de campeonato. Sin duda uno de los aciertos es el ritmo de lectura, con unas Júlia Barceló y Laura Conejero sensacionales. Prueba de ello, los vítores en modo de aplausos.
Del realismo del día a día, pasamos a la dramaturgia de la Claudia Cedó que opta por la sátira y por alejarnos de Catalunya y nos hace viajar a un país inventado en Capità Mandrake, con una zona que se quiere independizar, Branceslavia.Miquel Gelabert interpreta a un presidente en horas bajas, aferrado a su silla (de ruedas) y con un asesor (Alejandro Bordanove) que le pone al día de las decisiones que debe tomar, tapar la corrupción con una cortina de humo y odio hacía esta parte del país utilizando a la población y a los medios de comunicación para ello. Me viene sonando que dicen.
Dejamos los mundos inventados y nos ponemos revolucionarios a golpe de notas de Revolution de The Beatles. Una pija, una revolucionaria (de las de antes) y un inmigrante ponen voz a las numerosas personas que asisten a las manifestaciones pro independencia. Helena Tornero se remonta al 1967 para explicarnos qué es una revolución y cómo de diferente se ve desde los ojos de los que normalmente no se revolucionan por nada (la pija), aquellos que lo llevan haciendo desde siempre y por cualquier injusticia y aquellos que nacieron con la revolución incorporada y casi dan la vida por ella (inmigrante, de Siria).
Sergi Belbel, dirigido por Israel Solà, cierra el ciclo con una dramaturgia que narra los sentimientos de una señora mayor (Laura Conejero) instantes antes de ser golpeada por un piolín (Alejandro Bordanove). Mientras que el policía alude a El jovencito Frankestein para comenzar a describir sus sentimientos, la mujer hará lo propio con Star Wars y Darth Vader. Un reflejo del odio inexplicable el que le han inculcado a este agente de la ley que por mucho que esta mujer le recuerde a su madre y por mucho dudas que le provoque su acto, al final actuará y se sentirá héroe de una democracia que no existe. Además de los sentimientos de uno y de otro, lo más significativo de la pieza es la verborrea increíble del personaje de Laura Conejero. Atónitos delante de tal manera de leer e interpretar a una velocidad de crucero. Sin respiración. Tanto o más aún que el golpe.
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