La Veronal és una de les companyies més importants dels país i amb més ressò internacional. Creadors d’un nou llenguatge dansat, alliberat del cos, i d’històries sovint enigmàtiques, hipnòtiques, amb un gran protagonisme de l’espai, barreja entre real i metafòric.
A Equal Elevations enceten una conversa amb l’escultura de Richard Serra a Equal-Parallel: Guernica-Bengasi, una peça sobre el bombardeig de Guernica i l’atac de Bengasi. Un diàleg entre dansa i escultura, moviment i pes, amb música de Steve Reich, amic personal de Serra.
Encargo del Museo Reina Sofía, originariamente en diálogo con la escultura de Richard Sierra que reflexiona sobre el paralelismo entre Guernica y Bengasi, más la música de Steve Reich, La Veronal parece que juegue al escapismo. En el buen sentido: para huir de una historia que no deseamos que se repita. Pero diría también, con respecto a la producción de la compañía, como un primer intento de evadirse también, en este caso de un cierto estancamiento coreográfico y de lenguaje que se empezaba a advertir, dicho esto sin menoscabar para nada la calidad de este colectivo artístico. Pero hay unos cuantos apuntes en esta obra, muy básicos y solo señalados tímidamente, sobre los que quisiera fijar aquí la atención y a los que deberemos estar atentos en el futuro para confirmar que todo cambia en la dirección artística (aunque no en lo más esencial...)
La música es uno de esos elementos. Aunque sería más preciso decir el uso que sus intérpretes hacen de ella. ¿Bailan? Esa impresión se tiene cuando aparecen Lorena Nogal y Marina Rodríguez con el “Love is Lost” de David Bowie y su percusión de mano. Aunque el gesto danzado sea más parecido a una contorsión flamenca que robótica, como más tarde Manuel Rodríguez llevará a cabo en uno de los brillantes solos. Mientras tanto, para no perder su esencia, Sau Ching Wong conjuga esos ritmos con la solidez de la mirada turbia y su flexibilidad corporal, marca inconfundible de la casa.
Otra de las sorpresas de la versión que se vio en Temporada Alta es la interacción con el público: hasta agresiva resultó en un primer momento, capítulo inaudito en producciones anteriores. Guarda, claro, una certera relación con las consecuencias sobre el ciudadano de a pie de aquellas historias que denuncia la escultura. Pero también invita a pensar en un intento de la compañía por romper una mágica y extraña relación con su público: exhaustos, aplacados como quedamos siempre ante el devenir de la precisión técnica de ese extraño y fascinante lenguaje que fundaron un buen día y que han extendido hasta convertirse en una gramática completa. ¡Dejad de mirar! Parece que nos dicen: somos carne también.
Pero quizás lo más inaudito de esos trazos con los que creo se puede afirmar que La Veronal está entrando en una nueva fase creativa es como en esta pieza se alejan del dogmatismo dramatúrgico y coreográfico. ¡Un momento! Que nadie dijo que eso fuera mala cosa. Todo lo contrario: ha sido siempre seña de identidad. Un buen telón de fondo teórico-expansivo y la solidez del movimiento Kova. Nada que objetar. Y siempre en el marco de algo así como una referencia geográfico-espiritual de contrapunto. Pero es que en Equal Elevations esa geolocalización viene dada por la escultura con la que dialogó la pieza en su origen. Y la disciplina danzada se disemina en estilos diversos a lo largo de la obra, aunque para encontrar pura disciplina de compañía, punto álgido del espectáculo, en el dúo de Lorena y Marina, indiscutiblemente gesto de La Veronal.
Son pequeñas fisuras: ideas nuevas, algunos cambios... Parece que se avecinan tiempos nuevos en la compañía. Dirigidos con inteligencia por Marcos Morau. Lo celebro. Para que todo cambie y todo permanezca. Ese parece que es el gran plan.