Un home casat i amb fills es troba en una ciutat on hi té una visita de feina.
En un parc, una dona se li apropa i ell se l’emporta a la seva habitació d’hotel on s’allotja. La visita de l’home queda oblidada com també la seva dona i els fills. Tan sols li queda l’habitació d’hotel i el banc del parc on a partir d’ara s’asseurà a esperar.
(...)
Un hombre y una mujer intercambian un diálogo entrecortado. Medias palabras, diálogo sinsentido, reproches entre frases inacabadas, ¿pero qué relación tienen? ¿Se acaban de conocer en el banco de un parque o ya tenían una relación anterior?
Un tercer protagonista, el silencio. A veces no dice nada, pero en este caso viene a reafirmar su papel en la incomunicación de los intérpretes. Un silencio, incómodo, excesivamente alargado (en la mayoría de casos) y presente. El espectador busca que la escena avance, pero el texto le niega una y otra vez esa posibilidad. La cuarta pared es férrea, no hay ni la más mínima posibilidad de derribarla, y el público lo nota.
Las interpretaciones son contenidas, más en el caso de Ramon Bonvehí, que mantiene a raya cualquier síntoma de cercanía, su mirada y gestos rozan lo gélido. Mientras que su compañera Bàrbara Roig echa mano de naturalidad para presentarnos un personaje más complejo, con más capas que gira entre la soledad que comparten los dos, a la locura por cambiar la aparente rutina donde se han estancado.El texto es críptico, la historia se explica por el personaje de ella, por sus miradas, por sus gestos, por sus acciones... (...) A Hivern le cuesta arrancar, pero la belleza de los últimos 5 minutos es sublime. Al final a cualquier experiencia hay que sacarle el jugo.