IUSISUSU? proposa una sessió de música i dansa contemporànies sense pautes ni restriccions inicials que puguin impedir la col·lisió entre els universos de Gillermo Weickert i Alejandro Rojas-Marcos. Dos artistes amb un domini extraordinari del cos i del piano, en una conversa deliciosa en què l'enteniment intuïtiu, l'escolta atenta i l'impuls són en cada trobada els veritables organitzadors del temps i l'espai.
Se echaba de menos el pequeño espacio de exhibición del centro de creación La Caldera, en su nuevo emplazamiento en el barrio de Les Corts, que han inaugurado con un programa fuerte y delicado a la vez. Se trata del ciclo de artes escénicas Cosmo>· <isions en el que se ha presentado IUSISUSU? del pianista Alejandro Rojas-Marcos y el bailarín Guillermo Weickert. Radicalmente contemporáneos, es un encuentro en el que nada parece lo que es: dos instrumentos, el musical y el corporal, despojados de su uso habitual, tocados de otra manera, en una filigrana artesanal exquisita, que da como resultado una rareza de complicidad entre ambos. De esta manera, el piano se trasforma en cuerda frotada y el bailarín en expresión móvil. Se abren las entrañas, en un gesto exaltado, y se presenta el instrumento musical a la intemperie sin su tapa, con la percusión abierta en canal; mientras el bailarín, con una botas por calzado, gesticula flexibilidad sin rozar apenas el suelo de madera de la nueva sala.
Tiene
una dificultad este espectáculo para quien lo observa: ambos
artistas bailan, no en el sentido clásico de la palabra. Y cada uno
en un extremo de la sala, pocas veces juntos. El genial pianista con
las manos metidas dentro del engranaje, con un repertorio
inimaginable de utensilios, como son los del cirujano en carne
trémula; metáfora de un interior inaudible, de ese espacio de cada
cual en el que se encuentra la verdad de lo sentido. El increíble
bailarín, expulsando con su gesto rápido y radical, como si de una
conjura se tratara, estados de ánimo, pesares y denuncias, que hasta
con el público se atreve con su mirada tensa y decidida. Y ambos
acompasados como en un ritual de ruptura, qué otra cosa no es el
arte, el de este tiempo, según el cual nada sirve para lo fue
pensado. Otra vez esa confusión, ese estado de no lugar en el que
estamos instalados. Por eso de la extrañeza: porque en ese contexto
creativo que los dos artistas provocan con el espectáculo, lo raro
es que todo es complicidad, armonía, felicidad. Quizás porque
aceptan sin reservas lo complejo de esas entrañas. Piano que no
percute, pero que es caja de resonancia; cuerpo que no ejecuta, pero
que es locución en movimiento.