Quatre performers, onze maquetes i centenars d’ossets de gominola conformen el món on es desenvolupa Katastrophe: una faula idiota sobre la civilització humana, centrada en les catàstrofes. En aquest marc, els ossets de gominola patiran terratrèmols, marees negres, guerres i exterminis. Tot això realitzat en viu a través d’experiments químics i accions subversives. Una gran pantalla submergeix l’espectador en aquest món pop de caos, joc i destrucció.
Katastrophe planteja una reflexió sobre les arrels de la violència humana posada en relació amb la percepció i la manipulació de la violència que desencadena la natura. És el mateix Pompeia que Txernòbil? És el mateix Txernòbil que Auschwitz? La indiferència cap als humans de l’acció de la natura justifica o explica la indiferència cap als humans de l’acció d’altres humans?
Nunca he sufrido tanto por un osito de gominola. Toda la maldad humana concentrada en una comunidad de gominolas. Desde tragedias naturales, como terremotos, mareas negras, pasando por las propias tragedias perpetradas por la mentre humana, guerras i exterminios, todas las consecuencias que tiene ir poco a poco contaminando el planeta con vertidos de uno u otro calado.
Con una estructura narrativa a modo de fábula, Katastrophe, introduce poco a poco al espectador en el horror. Al principio todo es tan dulce como lo son los mismos ositos de gominola, pero en la realidad el día a día convierten la simple existencia en más que una cuestión de supervivencia.
Con algunos problemas técnicos en los primeros minutos, ya lo tiene eso de que el montaje base su efectividad en ella, una vez superados es la misma tecnología la que nos invade y nos sumerge en el horror con una imágenes, y sobre todo a golpe de una banda sonora, espeluznantes, que consiguen golpearnos corazón, alma y conciencia.
El discurso narrativo y crítico se entremezclan. Quizás de las tres piezas es donde más se difumine la crítica, donde los hechos se exponen de una manera lo suficientemente cruda que no necesiten un paso más.