Coincidint amb el 25è aniversari de la companyia, Sasha Waltz retorna als orígens de la seva carrera com a creadora i de nou cerca dialogar amb altres formes artístiques. En aquesta ocasió, col·laborarà amb la dissenyadora de moda Iris van Herper, l’il·luminador Urs Schönebaum i el grup musical Soundwalk Collective amb qui han treballat de manera interdisciplinària.
A Kreatur, Sasha Waltz i els seus catorze ballarins analitzen el fenomen de l’existència en relació amb l’origen d’una societat pertorbada: poder i manca de poder, domini i feblesa, llibertat i control, comunitat i aïllament.
Perturbador, hermoso, amenazador y con una soterrada violencia a granel resultó Kreatur, el último espectáculo de la aplaudida coreógrafa alemana, Sasha Waltz, que se ofrece hasta hoy en la Sala Tallers del TNC. El montaje, de noventa minutos de duración, recrea las diferentes caras del poder y tiene en sus 14 excelentes intérpretes su mejor baza, el trabajo coral es de una gran fuerza hipnótica, si bien su dilata duración conlleva escenas de relleno que ensombrecen la brillantez del conjunto.
La noche del jueves, tras unas palabras del director del TNC, Xavier Albertí, quien dedicó la función los 14 detenidos en la operación contra el referéndum del 1 de octubre empezó Kreatur. En escena fueron apareciendo los bailarines, todos ellos de complexiones muy diferentes, ─lo que se convierte en un seductor contraste a lo largo de la obra─, embutidos cada uno de ellos en una especie de huevo de hilos enmarañados, del cual paulatinamente se irán liberando. El público asistí así al nacimiento de unos seres, que irán relacionándose entre ellos, primero temerosos hasta llegar a formar un grupo compacto que se convertirá en una amenaza en ocasiones y en otras sucumbirá totalmente dominado. Sublevarse o rendirse será el dilema de esto seres.
El vocabulario utilizado por Sasha Waltz está marcado, en esta ocasión, por la violencia, el estómago de los bailarines se hunde ante el impacto de un puñetazo imaginario, sus cuerpos son un grito de dolor, el movimiento de sus brazos es un aleteo defensivo y juntos forman retorcidos grupos escultóricos de una gran expresividad. Las fluidas frases coreográficas se combinan con gestos de pelea logrando un baile visceral y expresivo. Watz es una maestra del trabajo coral su forma de manipular el conjunto evidencia una notable inteligencia escénica.
Dos socios decisivos de Kreatur son el vestuario y la música. La diseñadora alemana, Iris van Herpen, ha creados un imaginativo vestuario metálico y de plástico cortado con láser. Los efectos que logra con láminas metálicas para mostrar como castigaban a los prisioneros de guerra en las celdas rusas mojándoles con mangueras de agua fría son sobrecogedores, al igual que la amenaza que desprende la alta bailarina convertida en un erizo metálico.
La música electrónica compuesta por Soundwalk Collective es árida y frenética. Una música grabada en fábricas, en lugares en que los ruidos suenan amenazantes o simplemente reflejan el zumbido de los moscones sobre la carroña. A lo largo del montaje el espectador deslumbra la fuerte carga sensual que también emana de Kreator, tal vez por ello el espectáculo termina al son de las notas del célebre tema de Jane Birkin y Serge Gainsbourg, Je t’aime…moi non plus. Una banalidad después de tanta tensión.