Tres repartidors de menjar a domicili decideixen escenificar una farsa que exposa les desigualtats socials. La realitat s'anirà barrejant amb la seva pròpia ficció. És precisament gràcies a aquesta juxtaposició entre el món fictici d'un tal "Don Izquierdo" i la realitat dels riders que els nostres tres protagonistes poden apel·lar a la desigualtat del sistema de classes. Tot això sempre amb una barreja d'humor groller, de personatges i de cançons icòniques revolucionàries que contrasten amb una realitat crua basada en el testimoni dels riders.
Companyia Dúo Fàcil
L'any 2017 estrenen 'Y me morí: Cabaret mexicano tragicómico para tres difuntos', una peça basada en diversos textos mexicans centrats en la mort i en la precarietat de la vida al camp. I, un any més tard, presenten 'Bollywood Bombay Barcelona', una obra que parla sobre els prejudicis racials i tot el que suposa el viatge d'un immigrant que parteix del lloc que estima cap a una terra desconeguda.
Decía Isaiah Berlin que hay dos tipos de libertad: la negativa y la positiva. Libertad negativa es que no te manden, que nadie te ponga barreras, que ‘no te pisen’, como silbaba amenazante la serpiente de cascabel en la Bandera de Gadsen: Dont Tread on Me. Libertad positiva es todo lo contrario, que el límite no venga de ti mismo, que tengas tus propios medios para conseguir lo que quieres, que no te falten la salud, el sustento o el saber para poder andar, aunque nadie te ponga un pie encima. Esas dos libertades han luchado para pisarse o picarse desde mucho antes de Berlin. Y su penúltima batalla está en la gig economy, esos empleos de aplicaciones móviles, plataformas digitales y neolengua colaborativa: los repartidores de Glovo, los reponedores de Amazon o los conductores de Uber. La serpiente de Gadsen seduce al trabajador con una fiesta de libertades negativas: no tendrás jefe, no tendrás horarios, nadie te dirá cuándo y dónde conectarte. El pie que la pisa, en cambio, canta el réquiem por las libertades positivas: tu flexibilidad horaria no pagará el alquiler, si te libras de un pedido bajará tu puntuación, nadie te dará la terrible orden de pedirte una baja cuando enfermes. Hablando rápido y mal, podría decirse que las derechas ondean la Bandera de Gadsen, cascabeleando contra el Estado, mientras las izquierdas insisten en las muchas ventajas de pisar positivamente al reptil. Sea como sea, para saber dónde estamos, parece inevitable hablar de todo esto, de nuestras vidas y trabajos uberizados, de las derechas, las izquierdas y la libertad con sus dos apellidos.
La compañía Dúo Fàcil, contraviniendo su nombre, se ha metido en este berenjenal. La revolució de les 4 idees cuenta cómo, en una pequeña empresa, un accidente laboral prende la mecha de una enmienda a la totalidad. Ha muerto un empleado, y uno de sus compañeros politiza el luto hasta convertirlo en revuelta. Se llama Don Izquierdo, aunque acabará convertido en un quevediano Don Dinero. Y su resistible ascensión, a golpe de proclama obrerista, lo lleva a la dirección ejecutiva, envuelto en capa, ciñendo corona y empuñando cetro, como un Ubú del laboralismo. La réplica del sistema no se hace esperar y surge, en prescriptiva competencia, un Don Derecho. Mientras, las calles arden. Chalecos amarillos en Francia, revueltas indigenistas en América Latina, protestas en Cataluña y cameo de Laura Aubert de propina. En eso irrumpe Don Centro, el tercero en discordia, y su intento de poner orden degenera en un caos asambleario digno del Frente Popular de Judea o del George Kaplan sonntagiano. Y lo cierto es que la sátira ha arrancado con una maravillosa fuerza. Humor ubuesco, dejos de auto sacramental laico, planos de archivo azuzando la ficción escénica. El problema es que el brío se pierde pasado el primer tercio. La dramaturgia de Gabi Jiménez rebosa de ideas que se van dispersando. Y la autonomía de las escenas a lo Bertolt Brecht no compone la esperada visión de conjunto, sino un pequeño pandemonio narrativo. Sabemos que hay que aplaudir porque vamos a negro.
Hay imaginación y mucho pragmatismo en la escenografía y el vestuario de Clàudia Serra. Unos versátiles bloques de madera en el epicentro de la escena, flanqueados por dos largos percheros-bicicleta más un estandarte en el foro resuelven todos los trucos, proyecciones, mutis y mutaciones de un guiñol humano en tres medidos planos de profundidad. Brilla la dirección de gesto y movimiento de Montserrat Bonet, los gags jocosamente coreografiados por un magnífico Marc Tarrida que lidera la función como Don Izquierdo, Don Derecho y Don Centro, y un Abel Reyes y un Francesc Marginet que no le van a la zaga en réplicas y contragolpes de humor. La música también pasa revista con irónicas versiones del Bella ciao y El Novio de la muerte que se ríen de la solemnidad de himnos y letras a diestro y siniestro, lanzando la función adelante con frescura. Y ésa es la agradable impresión que uno se lleva a casa. La de una sátira desacomplejada que dispara contra todo lo que se mueve, que conoce y explota los cánones del teatro épico, sin sorpresas pero sin fallas, bien actuada, bien dirigida y bien escenografiada.
La revolució de les 4 idees se estrenó en marzo de 2022 en Mostra Igualada y recala ahora, durante dos semanas, en el Centre de les Arts Lliures de Barcelona. Un monumental corte de mangas a la gig economy, más necesario y menos obvio de lo que parece, levantado con las cuatro perras de un micromecenazgo que nos recuerda la precariedad del propio teatro que retrata la precariedad de fuera del teatro. Azares del destino, el día del estreno, el programa Teló de Fons de Laura Contreras estrenaba un capítulo sobre la precariedad en las artes escénicas. Y había algo de justicia poética en la coincidencia, porque la gig economy que satiriza Dúo Fàcil nació de la palabra gig, o sea, de eso que los músicos y las gentes del teatro llaman ‘bolo’, de las colaboraciones esporádicas como forma de vida y trabajo (si es que eso es forma). La gig economy, con sus libertades negativas y positivas, a favor y en contra, a derecha e izquierda, no es sino el viaje a ninguna parte que emprendieron hace mucho tiempo los cómicos de la legua, pero que ahora se extiende a las demás profesiones. Y de ahí el escándalo, escandaloso en sus propios gestos de sorpresa. Los cómicos distinguen, desde mucho antes que Berlin, entre las romantizadas libertades negativas y el quebranto diario de sus libertades positivas. Nadie mejor que ellos, pues, para contarnos la uberización nuestra de cada día. Así que ya saben. Si quieren reír por no llorar, o llorar de risa un poco más de una hora, tienen un gig sobre la gig economy en la sala del Born hasta el 2 de julio.