“Predicadors que voleu fer-me tornar a la virtut, digueu-me que és indispensablement necessària, però no m’amagueu pas que també és severa i penosa.”
A.-F. Prévost, L’histoire du chevalier des Grieux et de Manon Lescaut (1732) (primera part)
El 1731, quan l’abbé Antoine-François Prévost va escriure L’histoire du chevalier des Grieux et de Manon Lescaut, poc s’imaginava que serviria d’inspiració per a la creació d’una sèrie de peces líriques de compositors com Auber, Massenet o Puccini. En la seva partitura, Jules Massenet ens presenta el retrat d’una època: la Regència francesa, que va veure el crepuscle d’un món envellit i incapaç d’adaptar-se, i l’aparent naixement d’una nova societat amb abundants promeses de llibertat. Manon és un personatge complex a mig camí entre aquests dos mons: escapant del convent per abraçar els camins del desig i la transgressió, acaba llançant-se al buit en una relació d’amor apassionada, però també autodestructiva amb Des Grieux. Un preciós parèntesi que només s’obre breument per tancar-se dolorosament.
El director Olivier Py, en al seva aclamada producció per al Grand Théâtre de Genève, es deslliura dels paranys històrics dels anys llibertins del segle XVIII, per associar-la a unes imatges memorables de bordells sòrdids portats a la vulgaritat més ordinària. Amb una imatge impossible d’esborrar: un Des Grieux trobant Manon esgotada que s’engalana de joies impotents a l’hora de tornar a la felicitat i donar sentit a una vida.
A partir d’una novel·la moralitzadora, Massenet estrena a l’Opéra-Comique l’any 1884, una obra amb una música seductora i espontània que acabarà per commoure l’espectador, tot fent perdonar l’amoralitat dels protagonistes en el seu camí tortuós. Manon, que aspira per damunt de tot al luxe i a la comoditat, es conduirà a la traïció i a la prostitució. La seva deportació a Louisiana i posterior mort en els braços de l’impotent i penedit Des Grieux és alliçonadora. Des d’una visió misògina, per la seva força i la seva manera d’encarnar el mal i la perdició, ha esdevingut un mite literari a l’alçada d’una sèrie de dones com Cleòpatra, Eva, Salomé, Carmen o Lulú.
Cuando se trata de una obra tan esencial para una tradición operística como es Manon, lo primero que se busca es el respeto del estilo interpretativo. En el caso de esta producción podemos decir que se logró mucho más de lo acostumbrado cuando se trata de ópera francesa.
Se contó con una orquesta respetuosa del fraseo, que en algún momento faltó la intensidad emocional que exige este compositor, pero se debe admitir el director Mark Minkovsky logó un buen equilibrio entre orquesta y voces, además de un cuidadoso estilo en el ataque de las frases. Además un coro muy comedido e integrado, fue el fondo de un montaje que, como siempre, escandalizó a parte del público.
¿Porqué no hay una mesa en el aria de la soprano donde se despide de ella, recordando que la comparte con su amado? ¿Por qué los espacios íntimos y públicos se entremezclan? ¿Por qué hay tantos desnudos y máscaras de muerte, animales y demás? ¿Por qué muere ella enjoyada? Pues es muy simple, porque las formas de representación le hablan a un espectador diferente, que no necesita un objeto para saber que hablan de él, que prefiere sentir esa atmósfera delicada y preciosa que consigue el director de escena compartiendo los brillos con todo el teatro, que entiende que la obra habla de lo público en los espacios privados y viceversa; que no estamos en épocas mojigatas y hay más de un significado en todo lo que vemos. Por otro lado, la metáfora de que Manon muera con la imagen que Desgrieux tiene de ella y no como siempre se ha representado, sinceramente, me parece un acierto y muy conmovedor.
En cuanto a los intérpretes, debido a un resfriado no cantó a Amina Edris en la función del 23 de abril, haciendo con ello posible que Pene Pati y Nadine Sierra hicieran un elenco perfecto. El tenor, originario de Samoa, posee un timbre simplemente delicioso, su respeto al estilo francés del canto es absoluto y fue la gran sorpresa de esta producción. A lo largo de la representación fue entusiasmando más y más a los espectadores, que terminaron entregándosele por completo en la segunda aria. Convenció y nos dio una interpretación inolvidable.
Nadine Sierra hace de Manon una personaje propio, sin infantilismos o aires de pureza, una Manon decidida y tan enamorada del dinero como de su caballero, que no entiende por qué debería de ser diferente. Su trabajo es remarcable y muy muy disfrutable.
Después de esto hay que decir que es incomprensible la elección de Michael Fabiano para este papel. No digamos el estilo francés, no hay matices, no hay fraseo. Todo está cerca del grito. Es muy preocupante.
Cuando vemos ese precioso vestuario de Victoria de los Ángeles en el vestíbulo, (una dedicatoria por demás justa, de estas funciones a una de las más grandes intérpretes del papel), podemos ver la diferencia enorme entre las formas de representación del pasado y las de nuestros días. Cosa por demás lógica, han pasado más de cincuenta años, somos espectadores distintos, hablamos un lenguaje escénico diferente. Vivamos la ópera de nuestro tiempo, que es un gozo.