La artista pamplonesa Estefanía de Paz Asín ha encontrado su lugar en el mundo escénico luchando contra el olvido. Rescata historias de personas reales cargadas de emoción y las viste con una poética entrañable acompañándose del bello lenguaje de los objetos. Ya lo hizo con ‘La reina del Arga’, un precioso homenaje a la funambulista Remigia Echarren, programado el pasado año en Tàrrega y que le valió el premio Feten a la mejor interpretación. Ahora triunfa con ‘Olvido Flores. Las maravillas de Júpiter’, deliciosa pieza de apenas 20 intensos minutos que se representa en una caravana para 22 personas. En la intimidad de este microespacio, la intérprete y creadora multidisciplinar se mete en la piel de Olvido Flores -la narradora- y otros personajes para desenterrar el trágico destino de más de 50 miembros del circo Anastasini el 18 de julio de 1936. Procedentes del Norte de África, mientras estaban de gira por Tolosa (Pamplona) estalló el alzamiento golpista y, aunque ajenos a la contienda, la sufrieron en cuerpo y alma. Algunos fueron fusilados, otros, obligados a entretener a las tropas. Todos desaparecieron al día siguiente de la sublevación militar; solo quedaron abandonados, como testimonios de su estancia, los animales (elefantes, tigres, caballos…) y todo el material circense.
Tras recabar información y el relato de algún testigo hoy nonagenario, la artista, ataviada con un traje negro goyesco, entrecruza con gran sensibilidad el homenaje a los Anastasini con una historia paralela más personal, también real, echando mano del humor para rebajar la tragedia. El uso de los objetos como hilo conductor atenúa el drama y se impone la poesía y el juego escénico, como cuando su rostro asoma tras un armario como presentadora de televisión. El teatro de objetos y la comicidad abren la propuesta a todos los públicos y De Paz Asín despliega todas sus artes –se ha formado en circo, teatro, voz y danza, aunque este último talento no lo puede demostrar en el reducido espacio-. Sí caben un pueblo con un circo en miniatura; canciones, como una nana de tributo a los fallecidos, y emociones compartidas, como cuando se congratula de haber encontrado a un último representante de la estirpe circense, llamado Renato (renacido) para mayor justicia poética.
“Recordar es fácil para el que tiene memoria. Olvidar es difícil para el que tiene corazón”, dice la protagonista de esta pequeña gran obra que, seguro, quedará en la memoria del público. Inolvidable.
