Parece socialmente aceptado que juventud y teatro son dos conceptos alejados. Todo programador teatral que se precie conoce bien el reto de intentar bajar la media de edad de su público. Y en este camino, últimamente se está probando una curiosa teoría. Si los teatros más comerciales se llenan de madres, tías y abuelas – lo del predominante género femenino es otro interesante debate a tratar- que van a ver a los protagonistas de sus telenovelas favoritas, ¿acaso no es esta misma lógica aplicable al fenómeno fan que abunda entre las adolescentes?
Eso es lo que debieron pensar en el Teatre Poliorama a la hora de programar Paradise, un montaje de Oriol Vila y Raquel Salvador –creadores de la divertidísima webserie Nico&Sunset- hecho por jóvenes y para jóvenes. Tres historias ubicadas en la habitación de un prostíbulo en las que 5 actores principiantes interpretan un total de 9 personajes de lo más variopintos. Un interesante ejercicio teatral propio de trabajo de fin de curso actoral.
Podríamos atribuir el éxito de la pieza al llamativo espacio en el que ocurre, al lenguaje actual y coloquial, al constante movimiento sobre el escenario, a la rotura de tabúes… Pero no nos engañemos, el hecho de que los protagonistas sean los conocidos actores de la popular serie catalana Merlí ha influido -mucho- en los sold outs que consiguen semana tras semana.
El sello Nico&Sunset está presente en el estilo gamberro, loco y desenfadado. También en los diferentes acentos de los personajes, empezando por el ruso de Veroshca, la prostituta que ejerce de maestra de ceremonias – y que seguro que tiene algún parentesco con Nicolai-. Sin embargo, Paradise tiene un punto dulzón y hasta cierto punto didáctico que la deja en intento de obra transgresora.
En mi modesta opinión, que no acostumbra a corresponderse con los gustos de los espectadores de mi edad, la dramaturgia es bastante sencilla pese a partir de planteamientos interesantes. Las interpretaciones demuestran grandes intenciones pero falta de tablas – Artur Busquets es quizás la mejor de las sorpresas-. Y los gags me sacaron alguna sonrisa - principalmente en las dos últimas historias- que no llegó a la gran carcajada. No fue visto así en el resto de butacas, donde las risas y los vítores llenaron cada una de las escenas y terminaron con media sala aplaudiendo en pie.
Puede que la televisión haya perdido prestigio social, pero a juzgar por el ambiente del martes en el Poliorama, su impacto sigue igual de vivo que siempre. Podemos debatir si este es o no el tipo de público joven que interesa tener. Pero cuantitativamente, es un hecho que la idea funciona.