En una atmosfera inquietant, els personatges vagaregen silenciosos, absents i passius.
Mélisande, personatge enigmàtic d’estranya bellesa —que es troba al bosc amb el net del rei, Golaud, i amb qui es casa—, té una apassionada història d’amor amb el jove germà de Golaud, Pelléas. Aquesta relació paral·lela portarà a la mort dels dos amants.
Transposició del mite de Tristany i Isolda, un amor que s’imposa a despit de la mateixa voluntat i de les normes morals, i que troba només en la mort el seu acompliment, però amb un llenguatge musical completament nou, allunyat de Wagner.
Àlex Ollé explora aquesta partitura a través del llenguatge dels somnis, tenint en compte Freud i el surrealisme, i amb una estètica propera a creadors actuals com ara Lars von Trier o David Lynch. La seva proposta està concebuda com una acumulació de preguntes i respostes impossibles. La caixa negra que presideix l’escena amaga el gran enigma; en realitat, és una metàfora moderna de la ment humana. Un gran bloc que amaga en el seu interior la complexitat dels codis onírics i la informació sobre la tràgica mort de Mélisande i que, a la vegada, es relaciona amb el món exterior a través d’un element fonamental: l’aigua.
La melopea continuada explica el tràgic triangle amorós a partir d’una acció de caràcter estàtic.
Misteris, pertorbació i gran ritme teatral per a aquest viatge fantasmagòric d’irrealitat on el paradís dels protagonistes és l’amor veritable.
PARADÍS de l’amor veritable
Drama líric en cinc actes i quinze escenes.
Basat en l 'obra homònima de Maurice Maeterlinck.
Estrena absoluta: 30/04/1902 a l’Opéra Comique de París.
Estrena a Barcelona: 11/10/1919 al Teatre Tívoli.
Estrena al Gran Teatre del Liceu: 16/12/1930.
Darrera representació al Liceu: 07/07/2012.
Total de representacions al Liceu: 13.
La función comenzó con una emotiva interpretación de El cant dels ocells de Pau Casals a cargo del violoncellista Cristoforo Pestalozzi, como una manifestación del propio teatro frente a la guerra de Ucrania. Acción que el público apoyó con nutridos aplausos.
Después se hizo el aviso del cambio en el reparto con Alexander Duhamel en lugar de Simon Keenlyside, que, debemos dejar claro que no provocó ningún descontento. El barítono francés mostró un enorme dominio del papel de Golaud y nos dio una buena función.
En un suelo de agua, con una gran construcción escenográfica giratoria, la historia de los dos amantes etéricos y detenidos en el tiempo, se llevó a cabo. Se debe decir que la propuesta escénica era realmente bella, una escenografía impactante de Alfons Flores, con una iluminación extraordinaria de Marco Filibec y una creación de personajes muy cuidadosa, además de acertada, de Lluc Castels. Sin embargo, creo que se deben destacar dos problemas, el principal es lo ruidoso del movimiento escénico, no se puede hacer tanto ruido sobre la delicada orquestación de Debussy para mover la estructura de manera circular, fue una gran molestia a lo largo de toda la función. Este era un gran problema técnico a revisar. El otro aspecto complicado para el espectador eran las escenas que sucedía fuera de su campo visual, a pesar de estar en una sección central de la platea, hubo mucho puntos ciegos.
Otra osa es la dirección de actores. Aunque era casi siempre acertada, tuvo momentos en los que no ayudó a que la acción fluyera -Por ejemplo, poner a los dos protagonistas en dos cuadros de luz mientras cantan su dúo, es especialmente aburrido y esa escena necesitaba mucha más acción-, o también que le agregaba cosas innecesarias - como las tres sirvientas saludando o agregar acciones al cierre del segundo acto-.
Un elenco homogéneo y eficiente enfrentó una partitura tan difícil como esta, con un resultado más que bueno, tanto actoral como vocalmente, pero realmente quiénes hicieron un gran trabajo fue la Orquesta dirigida por Josep Pons, con esta partitura tan compleja como desafiante.
Esta obra está pensada para ser representada en cinco actos pequeños, en esta ocasión fue hecha en dos bloques, cosa que creo que juega muy en contra de la naturaleza musical de la obra y de la atención del espectador. Sería bueno replantearse si no serán necesario más descansos para la representación de una obra como esta, no por la acción dramática , sino por la partitura misma.