Fa una pila d’anys, el 2006, l’associació cultural Conservas va publicar un vídeo a la xarxa amb el nom d’aquest espectacle. Mostrava, en forma d’una ficció que tot i això es nodria d’imatges reals, com immobiliàries i entitats financeres conspiraven, mentre les administracions miraven cap a una altra banda, per fer difícil, si no impossible, el dret constitucional a un habitatge digne. El vídeo, davant les queixes d’una entitat bancària, va deixar d’estar disponible a la xarxa, però va donar origen a un espectacle que es va veure durant la temporada 2007/2008 a setze ciutats de l’Estat i de l’estranger. Com ha canviat aquest muntatge deu anys després? Ho veureu al Grec Festival de Barcelona, on el públic torna a assumir el paper d’un poble convocat a la sala pels seus governants. Volen que els assistents prenguin decisions que seran transcendentals per al futur… I ho faran distribuint entre els espectadors unes cartolines de colors que han de permetre al "poble" expressar les seves opinions, convertint un procés de participació aparentment democràtic en un joc escènic. L’humor, la crítica i el compromís són elements fonamentals d’aquest espectacle, una sàtira corrosiva que us farà pensar on són els límits (si és que n’hi ha) entre l’art i l’activisme.
Un espectacle posat al dia que torna a portar al Grec el col·lectiu Conservas i una de les seves cares més visibles, Simona Levi. Ella és una directora de teatre, dramaturga, estratega tecnopolítica i artista multidisciplinària que ha estat implicada en projectes escènics d'alt contingut crític com ara Hazte banquero. Tarjetas Black: todo lo que quisieron ocultarte, con sus propias palabras, vista al Grec 2016 Festival de Barcelona.
La activista y directora Simona Levi estrenó en el Grec 2016 el montaje Hazte banquero, en el que llevaba a escena los emails de los responsables del caso de las tarjetas Black. Reproduciendo palabra por palabra los escritos reales de Rodrigo Rato, Miguel Blesa y todos los que participaron en los engaños financieros, Levi y su equipo lograron un montaje hilarante por su absurdidad pero a la vez mordaz por la verdad de la que partía.
Este año, Levi vuelve a escena reciclando una obra que estrenó hace ya 10 años. En ella, se critica como se está llevando a cabo la participación ciudadana como base de la democracia. El espectáculo tiene forma de asamblea: se nos propone una cumbre en la que las elecciones de los presentes cambiaran el funcionamiento del mundo. Al entrar, nos dan a los espectadores 4 tarjetas de colores, que son las que nos servirán para votar entre las opciones que nos propongan. La sorpresa llega cuando, ya en la primera pregunta, nos damos cuenta de que las cuestiones a las que se nos somete no solo son absurdas y sin ningún tipo de trascendencia, sino que además los resultados ya estaban preparados de antemano.
Insisto: Entendemos la mecánica y la crítica en la primera pregunta. Por lo tanto, el resto de votaciones absurdas e histriónicas no aportan nada más que una acción repetitiva. Las cuestiones y las respuestas sobre derechos a la vivienda, de autor –y su gestión por parte de la SGAE- y finalmente derechos funerarios son tan irreales que acaban convirtiendo el espectáculo en un show de humor poco incisivo. “Si todo el mundo tiene derecho a una vivienda digna, ¿de qué es digna tu vivienda? De un perro, de un pez, de un topo o de toputamadre.” Ese es el nivel. Lo que podría ser aceptable en un monólogo cómico, pierde interés cuando se alarga haciendo que el público vote realmente por una respuesta.
Entre las bromas se camuflan cuestiones interesantes. Por ejemplo, se menciona la propiedad intelectual del cumpleaños feliz –que por cierto en 2018 ya es de dominio público- o la patente del doble click, que está registrada por Microsoft. La broma tendría sentido si, después de la pregunta, los conductores de la sesión Elies Barberà y Judit Saula se pararan a explicarnos qué hay de verdad en estas circunstancias aparentemente absurdas. Pero en lugar de eso, pasan de largo y continúan con la siguiente cuestión, priorizando el humor fácil y el ritmo acelerado por encima de la reflexión.
Después de 10 años, el tema de la participación sigue plenamente vigente. Es una pena que no se materialice en una creación más punzante. Después de lo que mostró Levi con el caso de las black, estas realidades avanzadas se sienten desbravadas no solo en estética – los audiovisuales reciclados de hace una década quedan muy desfasados en la actualidad-, sino también en contenido. Las expectativas de un montaje agudo y penetrante quedan dilapidadas por algo más superficial y desaprovechado.