A finals de l’any 2015, Aimar Pérez Galí inicia una investigació sobre l’impacte que va tenir l’epidèmia de la sida en la comunitat de la dansa en el context espanyol i llatinoamericà. Aquest treball s’apropia de la pràctica del Contact Improvisation i es construeix com un diàleg amb els fantasmes dels qui ja no hi són. Aquesta pràctica de dansa, iniciada per Steve Paxton, en la qual el moviment s’improvisa a partir del contacte físic entre dos cossos, contrasta amb les polítiques d’immunitat que van aparèixer amb el VIH/sida.
The Touching Community és un treball íntim i afectiu que aborda una època que encara a dia d’avui s’ha de visibilitzar i s’ha d’atendre amb la sensibilitat que li correspon. Un treball sobre la memòria, sobre els ballarins que van deixar de ballar massa aviat, sobre una comunitat que es va fer forta en un moment de gran debilitat i sobre el tacte i el contacte com a eina de supervivència. Però sobretot és un treball que parla de l’amor, del canvi i de la por.
La eclosión de la epidemia del SIDA fue el enésimo intento del orden establecido por recolocar las fichas. Ni dos décadas habían pasado desde que los homosexuales habían pasado a ser gays. Y allí estaba el miedo otra vez, instalado en la conjuga de los necios. Naturalmente que la danza en el ojo del huracán, minorizada también antes que minoritaria. Aimar encontró este tema casi por causalidad y le ha dedicado una larga investigación que se palpa en cada instante de su nueva pieza. Con un tono pausado, medido, sin revanchismo. Primero como homenaje a todos aquellos que antes de nosotros tuvieron que soportar las etiquetas. Segundo, convencido como está que en el arte del movimiento se juega sobretodo el don del contacto. Físico y espiritual. Con una iluminación magistral de cube.bz. Y con otros tres bailarines (Oscar Dasí, Jesús Bravo, Jaime Conde-Salazar) de generaciones distintas y apropiándose de la improvisación a la que da juego aquel estilo, con el argumento del testimonio personal y la imaginación de la conexión en el más allá. Dibujan una obra de alto contenido ético, belleza plástica y justicia tranquila. Porque es un canto a la esperanza. No sólo a un futuro que se adivina siempre más tranquilo que en aquellos primeros años. Sobretodo porque infectados o no hemos sabido (re)apropiarnos de nuestro momento y sabemos que no debemos ceder más ni en un centímetro.
Pots llegir tota la crònica del diumenge 27 al Festival Sâlmon< 2016 en el següent enllaç: