The Valley of Astonishment

informació obra



Dramatúrgia:
Marie-Hélène Estienne
Direcció:
Marie-Hélène Estienne
Intèrprets:
Kathryn Hunter, Marcello Magni, Bruce Myers
Interpretació musical:
Raphaël Chambouvet , Toshi Tsuchitori
Il·luminació:
Philippe Vialatte
Escenografia:
Arthur Franc
Producció:
C.I.C.T., Théâtre des Bouffes du Nord
Vestuari:
Alice François (assistent)
Companyia:
Cia. Arcàdia
Autoria:
Llàtzer Garcia
Sinopsi:

És possible imaginar un món on cada so té un color i cada color, un sabor? El mestre Peter Brook, que l’any passat va meravellar amb "The suit" (Temporada Alta 2014), torna a Girona amb "The valley of Astonishment", un viatge d’exploració i sorpresa pels misteris i meravelles del cervell humà. 

El muntatge permet entendre els complexos misteris de la intel·ligència i la raó, i està inspirat en el poema èpic del persa Farid Attar "La conferència dels ocells".

Crítica: The Valley of Astonishment

20/11/2015

El maestro Peter Brook vuelve a adentrarse en los laberintos de la mente con una imponente Kathryn Hunter

per Imma Fernández

A los 90 años, Peter Brook sigue sorprendiendo y maravillando. Ese es el objetivo de su teatro, según sus propias palabras, y así sucedió en el Festival Temporada Alta con el estreno de The valley of astonishment (El valle del asombro), su última inmersión en los desconcertantes senderos de la mente.
Ya se adentró en ellos en los años 90 con El hombre que (inspirado en episodios clínicos recogidos por Oliver Sacks en El hombre que confundió a su mujer con un sombrero) y en Je suis un phénomène (Yo soy un fenómeno), pieza basada en investigaciones del neurólogo ruso Alexander Luria sobre el caso real de Salomon Shereshevsky, un prodigio nemotécnico que el creador británico y su fiel colaboradora, Marie-Hélène Estienne, han rescatado y transformado en Sammy Costas, la protagonista de su montaje actual.

Un fenómeno es también la actriz y directora Kathryn Hunter, que recrea el traumático descenso al yo consciente de Shereshevsky, periodista que, al conocerse su portentosa memoria, es despedido del trabajo y empujado a ejercer de monstruo en un espectáculo de magia. La imponente voz y gestualidad de Hunter fascinan desde el primer minuto tanto como la historia que cuenta en un montaje que el creador de The suit, aplaudida el pasado año en el festival de Girona, firma con su habitual economía de trazos y medios.

Es un viaje sencillo, delicioso, poético y compasivo. Un puñado de sillas (ahí el público debe activar su mente para imaginar los escenarios), dos músicos y el talento descomunal de Hunter (premio Laurence Olivier por The visit) son suficientes para atrapar al espectador y llevarle por los desconocidos valles y montañas de la sinestesia.
Por la mente increíble, y sus efectos colaterales, de unas personas con la habilitad de percibir mediante un sentido estímulos normalmente perceptibles mediante otro. O sea, se les activa simultáneamente dos sentidos con estímulos destinados solo a uno (asocian palabras y cifras con imágenes; música con colores; colores con sabores…). Un don con trampa, como les sucede a muchos superdotados.

Brook salpica la función con referencias al poema persa La conferencia de los pájaros, de Farid Al-Din Attar y otros casos, como el del pianista y compositor Aleksandr Skriabin, que se jactaba de poder oír colores, o de un mago (inspirado en el ilusionista manco René Lavand) que le permite romper la cuarta pared, interactuar con el público y acentuar el humor. Un estupendo Marcello Magni y un Héctor Flores Komatsu menos acertado dibujan a esos personajes aunque la máxima atención recae en el caso clínico de la señora Costas.
Costas recuerda múltiples cifras y palabras al asociarlas con imágenes. Vivía feliz hasta que le colgaron la etiqueta «Yo soy un fenómeno» se dice asombrada, y pasa de periodista, a mono de feria y cobaya para los científicos. Por el camino, acumula montañas de datos e imágenes hasta caer en el precipicio: «¡Ayúdenme a olvidar. Mi memoria me asfixia!», grita consciente de su cruz. Un caso paradójico,  pero no menos angustiante, en los tiempos del Alzhéimer.