Arribem a l'adolescència com un robot de llauna preparat per qualsevol cosa menys per estar tranquil·lament descansats en els nostres cossos. A partir dels 11 anys unes hormones descarades segresten el nostre temperament i provoquen canvis inesperats en el nostre cos. Com en una pel.licula de ciència ficció patim mutacions, canviem de forma. L'adolescència és una etapa de canvi però també de recerca de la identitat. Angela i Koldo tenen un desig: tornar a aquesta etapa i utilitzar la pell com a punt de partida. Construir des de la pell casa teva, plena de sensacions on descobrir-se i retrobar-se a cada racó. Un lloc segur i fèrtil on creixen i floreixen els desitjos de la imaginació, fent-nos capaços de fer qualsevol aventura i capaços d’assolir l’impossible.
Querían estos dos artistas afincados en Barcelona profundizar en la cuestión de la vergüenza y se situaron en esa extraña etapa de la vida de la cual frecuentemente intentamos no recordar demasiadas cosas: la adolescencia. Nótese, de todos modos, que en el título se juega con un equívoco a poco que se lea apresuradamente: y es que no es lo mismo aquello que acontece según la Real Academia como un acto “pícaro” (sinvergüenza), que ese cuerpo que no sufre de tapujo a la hora de llevarlo a cabo (“sin vergüenza”). Por eso es tan acertado este acercamiento a esa aventura de la identidad y el descubrimiento de uno mismo (incluido – y sobretodo- por lo que respecta al sexo) y la manera como Angela Peris y Koldo Arostegui tratan el tema, divertida y certeramente.
En efecto lo pícaro, hasta en ocasiones ilegal o inmoral, y el propio cuerpo liberado son un tándem inseparable por lo que respecta al posicionamiento de uno mismo: como ese juego que se establece entre ambos en la primera escena de la pieza, rozando casi la agresión mutua, y que sirve tanto para medir las capacidades de descubrimiento del otro, como para entender los límites que no debemos cruzar. Lo físico como instrumento de percusión de las pulsiones, más como barrera que como experiencia real y que resulta tan determinante para cualquiera. Luego de eso vendrán los ocios, los sueños y las rivalidades, temas tan recurrentes en aquella edad. En total unas cuantas escenas que a cualquiera puedan parecer verídicas, bien porque las ha vivido en primera persona, bien porque las ha visto en sus iguales. Un cuerpo creativo que bascula entre el sentido de realidad y los impulsos.
Lo cierto es que también a Angela y a Koldo les pasó aquel tiempo, aunque todos en un momento u otro fantaseemos con un retorno, quizás algo menos energéticos pero un poco más inteligentes. Y por eso el trabajo que han desarrollado está repleto de buenos apuntes: fisicalidad, inocencia expresiva, libertad creativa, un movimiento que quiere relatar una cierta descoordinación postural y una eficaz presencia escénica, personalidades de carácter nítido, instrumentos todos ellos con los cuales recrean (¿reviven?) esa etapa que entre el olvido y el pasado hemos querido declarar obsoleta llegados a nuestra madurez.
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