Aquest espectacle neix de la necessitat d’agrair als artistes tot el que ens han donat i ens donen a través del seu art, ens deixen una flama que mai no s’apagarà i ens donen lliçons que marquen un abans i un després al nostre món especial del flamenc i, humilment, a les nostres carreres i a les nostres vides.
Voces és una obra flamenca tipus concert amb un fil argumental que ens ajuda a representar els diferents pals del flamenc d’una manera especial, amb identitat pròpia i amb detalls que ens porten directament a sentir la connexió amb aquests grans genis.
Seguirilla, taranta, farruca, tiento, soleá, tangos, soleá por bulería, romance, bulería… Pretenem compartir aquesta flama a través del lliurament i el risc del directe, fusionant tradició, llibertat, disciplina, cor, sobrietat, mesura, teatralitat, senzillesa, respecte, admiració, agraïment… no només a l’hora de crear, també en interpretar.
No hay otra manera de escaparse de un atolladero así: o sales escaldado, o es un éxito total. A juzgar por la reacción del público, en pie incluso antes de finalizar el espectáculo, hay ganas de reconocer una grandiosa intérprete sobre el escenario: Sara Baras. Y las “Voces” a las que convoca en su nueva producción, los grandes Maestros del flamenco de todos los tiempos, son la excusa, un merecido homenaje, un recuerdo para que ella pueda lucir presencia, elegancia, energía, sabiduría y simpatía. Todo eso no es menos cierto, como que llevar sobre el escenario a Paco de Lucía, Camerón de la Isla, Antonio Gades, Enrique Morente, Moraito y Carmen Amaya con unas grandes imágenes que se convierten en espejos en los que se reflejan bailarines, cantantes y músicos: los tres palos del flamenco, en definitiva, acaba siendo un ejercicio desbordado.
Por lo que respecta al baile, excepción hecha de los apuntes de coreografía del artista invitado José Serrano, de precisa madurez y acusado sentido interpretativo, parecería como si la bailaora de San Fernando sea consciente de encontrarse frente a un público receptivo y devoto. Su mayor valor es el gesto estilizado frente a un zapateado un poco repetitivo; su movimiento decidido que ocluye variaciones sonoras dentro del ritmo trepidante; y su entrega total a un espectáculo que acusa ciertas irregularidades, espacios muertos, con un cuerpo de baile que no tiene afianzado su rol y unos pocos fragmentos sonoros, voces de los propios Maestros, que cuesta seguir completamente. A eso hay que sumar la música de Keko Baldomero, uniforme, sin especiales matices que sirvan para acentuar los diversos fragmentos que se corresponden con cada uno de los homenajeados, aunque siempre interpretada con pasión y determinado calado emocional.
Era una posibilidad que aquel reflejo acaba siendo una sombra. Sara Baras sale indemne del conjunto, porque su arte es esencial, sincero y traslucido. Porque se mueve con una soltura y un espíritu incólume con el que arrastra un delicado perfume de torsiones y pasión flamenca. No pasa así con el conjunto de la obra, quizás porque quede un poco excedida de carga emocional.