Dirigit per Antonio Najarro, Zaguán y Alento és un dels espectacles més reeixits del Ballet Nacional de España. Basat en el amenc tradicional però amb una mirada posada en la revisió del gènere, modernitat i duende van de bracet en una vetllada excepcional. Diversos teatres espanyols, així com coliseus de França i el Japó, han rebut amb un èxit clamorós la proposta del BNE, que barreja el amenc amb el tango i el jazz en una fusió fascinant per a la vista i l’oïda. Fidelitat a la tradició i risc per obrir nous camins són alguns dels eixos motrius d’un espectacle amb el qual el Ballet Nacional de España torna al Liceu després de l’èxit de Sorolla el 2015.
Normalmente, las expectativas que se tienen como espectador al hablar de una compañía nacional incluyen tres vertientes la calidad, el respeto a una tradición y al mismo tiempo su innovación.
La historia del Ballet Nacional de España está ligada a uno de los más grandes bailadores españoles: Antonio Gades, quien en gran medida llegó a ser internacional por su capacidad de innovación y de darle, ciertamente, un giro estilístico y estético a la estética del flamenco, que en 1978, cuando él funda esta agrupación, comienza una nueva vida alejada de lo añejo y más cercana al arte contemporáneo, tanto pictórico, como cinematográfico y visual.
Hemos disfrutado de dos excelentes espectáculos en el Liceo de esta misma agrupación, por eso quizá nos ha sorprendido tanto el cambio en su calidad estética en esta ocasión.
En esta temporada se cierra la actividad del Liceo de Barcelona y también la dirección de Antonio Najarro, con las funciones de Zaguán y Alento, dos coreografías firmadas por él y que, sinceramente, desde el punto de vista estético dejan mucho que desear.
Mientras el concepto de ambas obras se basa en ideas muy interesantes, (Zaguán retoma el significado del vocablo árabe y habla de un lugar donde recibir a los invitados, donde conectar con otros), el dispositivo escénico es bastante pobre y elemental, con una estética muy antigua y poco estimulante.
Lo cual es una tristeza porque la destreza técnica de los bailarines es la que merece una agrupación de este prestigio y calidad, además de que el nivel tanto en la creación de la partitura por Jesús torres y Fernando Egozcue, como de la ejecución musical con los músicos sobre el escenario y con la Sinfónica del Vallés, es de muy alta calidad.
Quizá el cambio de la dirección artística permita la innovación visual que requiere esta compañía, que por otra parte, cumple muy bien su función de preservar la tradición flamenca.