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En escena Lope de Vega, pero él no será el protagonista sino la víctima de la dialéctica de las mujeres, a las que hasta ahora han acallado por motivos de género las que llevarán las riendas de la obra. Entre los clásicos de la literatura española, por querer darle un toque 'moderno', se cuelan un sinfín de anacronismos. Debe ser que el 1600 nos queda lejos y necesitamos un acercamiento.
Uno de sus principales problemas está en la dramaturgia, dispersa, que busca una complicidad con el público que no encuentra, pobres de ellos sumidos en un aburrimiento que no recordábamos desde los años de algunas lecciones de la escuela. En búsqueda de hacer pedagogia, que sí, que está bien, nos perdemos en una malgama de nombres, de ellas, que no sabemos si son reales o inventados, y que deberían ser una raiografía de la situación de la mujer de la época, pero se quedan en simples trozos de obras, más anecdóticos que otra cosa.
La dirección de Txell Roda ha optado por unas interpretaciones con más que una brizna de pretenciosidad, que si cabe alejan más aún al espectador. Es verdad que existe la tendencia a hacer grandilocuentes las palabras de los clásicos, pero hoy en día tal dicción y entonación es demasiado impostada, al menos para el ámbito catalán.
La decisión más acertada fue el encuadre del espectáculo, que más bien es una felicitación para la organización de la Fira Tàrrega. El enclave de la plaza dels Albers le caía que ni pintada al espectáculo. Una verdadera lástima que el resto no fuera a juego.