El Ballet Nacional d’Espanya presenta al Gran Teatre del Liceu una proposta signada per Marcos Morau. El repte és posar en moviment una mirada concreta i conciliar, en un espectacle de flamenc i dansa, l’obra del fotògraf de moda colombià Ruvén Afanador. Conegut pels retrats a celebritats del món del cinema o de la música, Afanador manté una estreta vinculació amb el flamenc —Afanador li ha dedicat dos llibres (Ángel gitano i Mil besos) i el 2008 va signar el cartell de la Biennal de Flamenc—.
Trencant les rígides fronteres que separen les disciplines artístiques, el coreògraf Marcos Morau, director de la companyia La Veronal i Premi Nacional de Dansa 2013, treballa amb la capacitat del fotògraf “per crear personatges a partir de modelar persones reals” i de la seva creativitat per a generar mons “que sorgeixen de la bellesa de la llum i de les ombres”, per elaborar un espectacle que es nodreix de la seva aproximació fotogràfica al flamenc i sobre com un creador aliè al flamenc i a la cultura que l’embolica s’enamora de la seva plàstica i es deixa seduir pel seu llenguatge “directe i punxant com una navalla esmolada”, explica Morau.
Afanador es espectáculo difícil de olvidar.
Es muy fácil hablar de trabajo grupales o en equipo, lo difícil es que diversos creadores puedan hacer un montaje con tanta unidad estética e ideológica, sin deshacerse de la diversidad.
Muy lejos de los lugares comunes de la estética española típica, con una puesta en escena que nos propone una lectura diferente de los símbolos de esa España que vive en el imaginario nacional e internacional, el espectáculo Afanador del Ballet Nacional de España reunió a los coreógrafos Marcos Morau, La Veronal, Lorena Nogal, Shay Partush, Jon López, Miguel Ángel Corbacho, para plantear un lenguaje nuevo de movimiento que a veces se integraba en un mundo también en movimiento, gracias a la tecnología escéncia de un espacio diseñado muy inteligentemente por Max Glaenzel e iluminado magistralmente por Bernat Jansà. Todos ellos formaron un equipo sorprendente, que no dejaron de interesarnos ni de emocionarnos a lo largo de casi dos hroas sin intermedio.
Musicalmente se debe reconocer la inovadora propuesta de Juan Cristóbal Saavedra, quien con técnicas extendidas e intergación tecnológica, nos llevó por un mundo de una gran vitalidad. Enrique Bermúdez y Jonathan Bermúdez, por su parte retomaron tradiciones musicales que llevaron a los oídos de un espectador moderno, la capacidad de movimeinto y el lenguaje dacístico de lso coreógrafos.
Basado en el trabajo de Ruven Afanador, Marcos Morau la cabeza detrás de todo este equipo, desarrolla un planteamiento estético y de movimiento, siempre relacionado con la fotografía, en blanco y negro y sin conseciones.
Un cuerpo de baile de una precisión técnica visible, combinando el flamenco y danza contemporánea, con una destreza y una belleza sin fisuras. Hablamos de más de una treintena de artistas entre bailarines, cantaores y guitarristas, que nunca te hicieorn sentir en la españa de la pandereta, sino en este mundo sofisticado y luminoso que parece existir en sus creadores.
En el porgrama de mano él dice: "Me gustaría que la gente entrara así a vernos, como en ciertos sueños, donde reconocemos los lugares, las personas, los paisajes y, sin terminar de comprender qué les sucede, sabemos que hablan de nosotros."
Bien, deseo concedido. Lo lograron.