Es muy poco común en espectáculo
de ballet tener la sensación de novedad que te da el trabajo de esta
extraordinaria bailarina ucraniana y su compañía. Muy lejos de los caminos más conocidos
del ballet, sin tutús, ni gasas, ni cisnes, ni princesas, el espectáculo Amore es un viaje etérico por la emoción amorosa.
La sensación de que estás viendo
una nueva manera de entender el ballet comienza por el planteamiento estético,
por coreografías que poco o nada tienen de los lugares comunes del ballet. Con
formas, posiciones y relaciones entre los personajes frescas, novedosas y
siempre emotivas, parece que vemos el paso que hacía falta para que le lenguaje
del ballet entrara realmente al siglo XXI, donde nada es predecible. Se pueden
ver muchas influencias de otras corrientes innovadoras como Maurice Bejárt y
Martha Gaham, pero sin perder en ningún momento la profunda tradición rusa en la
que fueron educados varios de los integrante sy creadores de este espectáculo.
Svetlana Zakharova es ingrávida,
técnicamente irreprochable. Una línea que abarca todo el escenario, emotiva y elegante, que tiene mucho más de
pluma que de mujer. Una artista simplemente admirable que no se conformó con salir a lucirse en un solo, sino que estuvo en cada coreografía demostrando su versatilidad como intérprete en un abanico de posibilidades expresivas realmente notable. Muy claras razones para
ser una de las estrellas mediáticas del ballet ruso de nuestros días, cosa
bastante difícil si se toma en cuenta la tradición que la precede.
Cada coreografía presentada fue una
visión del mundo desde una perspectiva diferente: Mientras Yuri Possokhov (Ucrania,1964-), en Francesca da Rímini
nos deja un retrato pasional del amor con la música plenamente romántica de
Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893), Patrick
de Bana (Alemania,1963- ) en Rain before it falls hizo un trabajo
mucho más intimista y abstracto que utilizó música de diferentes autores
mezclados en lo que ahora se construye como paisaje sonoro. Pero fue Marguerite Donlon (Irlanda, 1966- )
quien nos sorprendió más con la chispeante coreografía Strokes through the tail tan viva e inteligente como la música de
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) que utilizó y a la que le dio un
protagonismo muy poco usual en la danza. Divertida y encantadora, este trabajo fue un
inteligente cierre de fin de fiesta.
Un espectáculo fresco,
interesante y sutil, que deja en el espectador la sensación de perpetuidad del
lenguaje dancístico.
