El segundo capítulo de la trilogía, que se presneta en el Maldá durante este verano, está dedicada a la educación. Si la primera parte nos planteó al pregunta ¿quiénes somos?, esta segunda nos quiere hacer voltear la mirada a ¿cómo nos formamos?. Reflexión imprescindible, si queremos tener una sociedad más pendiente de lo improtante que de lo urgente.
¿Cómo educamos y cómo nos educan? ¿Estamos en el mundo para cumplir expectativas marcadas por nuestra sociedad y relacionadas sólo con las etapas biológicas de nuestra vida? ¿Los sistemas educativos actuales cumplen con la misión de darnos las herramientas necesarias para la subsistencia en la sociedad actual? ¿Idealizamos otras estructuras educativas y queremos copiarlas en lugar de generar las propias? ¿Nos perdemos en reformas educativas que, en muchos casos, han cambiado tanto que no han tenido ni tiempo de mostrar frutos? Un tema interesante, actual y vital en nuestros días.
El tratamiento del tema, siguiendo no sólo los parámetros de la primera parte de esta trilogía, sino de la mayoría de las obras que he visto de este joven grupo de teatro, está plagado de sentido del humor, un tono brillante y una relación íntima con el espectador. Encontramos de nuevo los ingredientes que ya son habituales: imaginación en el uso del espacio, efectividad en el planteamiento de la acción y una ejecución musical muy por encima de la media.
Hay escenas realmente brillantes, como la de una chica siendo educada a lo largo de toda su vida mientras la visten con trajes de muñeca de papel para recortar, o el director de coro escolar haciendo que el público prepare una canción finlandesa. Sin embargo, a diferencia de la primera obra y de otros montajes de esta compañía, en este capítulo se ha caído en los peligros de la risa fácil y de un exceso de caricaturización que no invita tanto a la reflexión sino que llega a quedarse, en algunos momentos, en la ridiculización sin más. El problema del tono fársico excesivo siempre es que hace superflua la crítica.
La educación es un problema en muchos países del mundo, en muchos casos está ligado al desarrollo económico, en otros no. ¿Cuál es el mayor problema que enfrenta la enseñanza en España? Ese es el centro del que se ven reflejos pero no una incursión real en el asunto. Mientras la educación no considere a los seres humanos algo más que un contenedor de información quizá la cosa no cambie. Este espectáculo ayuda a pensar en eso, ciertamente, pero esta vez se quedó más en la superficie que de costumbre.
