Si hi ha algú que mereix ser considerat espanyol, aquest és Max Aub. Va ser espanyol per voluntat pròpia, per una decisió constant mantinguda en les circumstàncies més adverses. Nascut a París el 1903, de pare alemany i mare francesa, Max Aub arriba a Espanya el 1914 i surt d'ella el 1939 per a un exili que duraria la resta de la seva vida. Va viatjar a Espanya en dues ocasions en els anys seixanta, però mai va tornar a viure en la que considerava la seva pàtria. Però, com ell afirmava, «s'és d'on s'ha fet el Batxillerat».
Tota l'experiència viscuda per Max Aub en els anys centrals de la seva vida, els de la Guerra Civil espanyola, els va traslladar a l'immens corpus narratiu que va anomenar El laberinto mágico. El composen sis novel·les, Campo cerrado, Campo de sangre, Campo abierto,Campo del moro, Campo francés i Campo de los almendros i un gran nombre de contes. El conjunt, que sobrepassa la mera crònica històrica per convertir-se en un emocionant document sobre la condició humana, és un dels cicles narratius més importants del segle XX i sens dubte el millor dels dedicats a la Guerra Civil.
El laberinto mágico es un viaje por los perdedores de la guerra civil española. Pero no desde las batallas, sino desde la vida cotidiana. No desde la tragedia, sino desde la luz. En escena, más de una cuarentena de personajes afectados de una manera u otra por el desarrollo de los acontecimientos históricos. Algunos movidos por ideales, otros con propósitos más terrenales. Al final, cada uno sobrevive como puede y hasta donde puede.
El conglomerado creado por José Ramón Fernández a partir de las seis novelas de Max Aub es de una belleza mágica. Difícilmente nos quedaremos con todos los nombres o las tramas de los personajes. No es el objetivo, puesto que lo que nos muestra es la esencia de la supervivencia, de la alegría truncada, de la energía para tirar adelante pese a las adversidades o los desenlaces trágicos que están por llegar.
La temática podría recordar al In Memoriam de Lluís Pasqual, montaje sobre la quinta del biberón. Pero la estructura no tiene nada que ver. Pese a que las novelas de Aub también hablan de personas que existieron realmente, huyen de la voluntad documental en pro a un montaje más dinámico, sobrecogedor, poético y visceral. Entremedio, algunas escenas de fantasía en la que se da vida a animales – maravillosa la escena en que un cuervo disecciona ante su bandada la naturaleza humana – o personajes – atención a la reconstrucción de Las Meninas-. Con ligeras pero necesarias dosis de humor, con un sarcasmo que da qué pensar.
Los últimos textos de Ernesto Caballero que pasaron por tierras catalanas estaban hechos para el lucimiento de grandes damas del teatro – La autora de las Meninas para Carmen Machi, Reina Juana para Concha Velasco- Parece que cuando el máximo cargo del Centro Dramático Nacional pasa a dirigir textos ajenos cambia absolutamente de registro, de estética y de punto de partida. El laberinto mágico es un montaje coral en su totalidad y alejado de los rostros conocidos. Con actores llenos de energía y vitalidad y una dirección muy íntima. Con pocos elementos escénicos –entre ellos la acertada música en directo-. Y con una iluminación cuidada que acompaña muy bien la poética de la obra.
Lo que se crea es un canto a la resistencia desde una voluntad que cambia el didactismo por la experiencia, el estatismo por la emoción. Menos datos y más situaciones en las que sentirse interpelado, todo desde la evocación y la belleza.