La bellesa i la complexitat són, per al compositor, coreògraf i ballarí londinenc Hofesh Shechter, indissociables en la història, la cultura i el poble anglesos. Com explicar-ne les contradiccions i paradoxes? Potser amb el llenguatge de la dansa.
La companyia creada l’any 2008 a Londres per aquest coreògraf s’ha convertit en una de les gran referències angleses de la dansa del nostre temps, gràcies a unes coreografies cinemàtiques, el paper destacat de la música i un interès constant en la barreja de disciplines. Amb fama mundial, la companyia és un dels molts talents que Anglaterra ofereix al món i una de les principals en l’escena del moviment. Ningú millor que ells per parlar del seu país. Ho fan els i les joves integrants de Shechter II, un programa de la Hofesh Shechter Company dedicat al desenvolupament professional de joves intèrprets que, com els que veureu en escena, tenen entre 18 i 25 anys. S’encarreguen de parlar-nos d’un país intricat i bonic, un poble obert i de cor generós, però que té una història fosca i un profund lligam amb el passat i les tradicions.
La música, un dels centres de l’espectacle, juntament amb el moviment, combina músiques emocionants de compositors anglesos, en conflicte amb un rock furiós i barrejat, en una mena de cacofonia d’avantguarda, amb la música coral i els sons electrònics. El resultat és una peça que, de vegades, és juganera i alegre i, de vegades, sagnant i dolorosa. Un cop d’ull al cor i al centre de l’ànima d’un país tan bell i ric com complicat, a càrrec d’una companyia que feia deu anys que no venia a Barcelona des que va ser al Grec Festival de Barcelona de l’any 2014 amb Sun.
Después de dos décadas afincado en Gran Bretaña, el aclamado coreógrafo israelí Hofesh Shechter se ha permitido lanzar una mirada implacable a la compleja identidad de su patria de adopción, con el difícil equilibrio entre las arraigadas tradiciones y la modernidad. Lo hace con su segunda compañía, unos jóvenes bailarines de entre 18 y 25 años que exhiben una ejemplar técnica y energía en unas coreografías grupales muy potentes y exigentes. Le ha salido a Shechter una mirada que pasa repentinamente de la luz a la oscuridad, del orden al caos absoluto, deteniéndose en las sombras para un retrato de lo que parece un país a la deriva sumido en la confusión.
Los ocho bailarines salen entre una neblina con uniformes de colegio. Cargan con la mochila escolar –una complejidad añadida para sus movimientos- y, bien ordenados en filas, se quedan mirando un rayo de luz que se acompaña de música coral celestial como si buscaran la iluminación divina, en una referencia a la religiosidad. Se suceden los brazos en alto y esbeltos, y los movimientos suaves. Pero son malos tiempos para la lírica, y para Henry Purcell y Edward Elgar, y pronto, bajo el estruendo de los sonidos electrónicos y el rock cañero (Shechter fue batería de rock), los colegiales, ya sin las mochilas, empiezan a desmadrarse, vomitar su rabia y perderse cual furiosos caballos desbocados en un camino hacia el desastre y el caos. La fuerza del lado oscuro les domina. Toma la escena una ‘rave’ electrónica, con ráfagas de danza electrizante, violentas explosiones de energía, tiros, luchas, libidos desatadas, convulsiones… Con todo fuera de control, también su vestimenta, los intérpretes se mueven entre atemorizados, enojados y excitados. Sacan su lado más gamberro y salvaje. De vez en cuando vuelve, muy fugazmente, la calma y la organización, y de nuevo, los estallidos rabiosos. Todo colapsa hasta que, al final, los bailarines vuelven a la fila y con el canto de unos pájaros se atisba un rayo de esperanza.
Shechter imprime a sus coreografías la magia de un director de cine. Magnífico creador de atmósferas, hipnotiza con una puesta en escena muy cinematográfica y potente que conjuga el movimiento con la música –siempre muy protagonista y potente- y el diseño visual. La fascinante iluminación de Tom Visser y los elementos de cinemática, como los flases de imágenes, suman un gran dramatismo y tensión a una pieza emocionante y visceral que atrapa a la platea.