Granados, Chopin, Schubert i Glazunov units per la màgia de la dansa.
José Carlos Martínez, director de la Compañía Nacional de Danza, ha seleccionat especialment per aquest programa, Homenatge a Granados, músiques i coreografies que posen al compositor en relació amb altres grans músics a través del llenguatge de la dansa.
La producció consta de 4 creacions: The Vertiginous Thrill of Exactitude, Anhelos y tormentos i el solo de piano In The Night de Chopin, totes tres estrena absoluta al Liceu. L’ultima, Raymonda Divertimento de Glazunov amb coreografia de José Carlos Martínez.
The vertiginous Thrill of Exactitude. Coreografia i il·luminació de William Forsythe. Música: Franz Schubert «Allegro Vivace» de la Simfonia núm. 9. Figurins: Stephen Galloway
Anhelos y tormentos. Coreografia de Dimo Kirilov. Música: Enrique Granados. Espai sonor: Thelab. Il·luminació: Olga Sánchez García. Vestuari: Íñigo Aragón. Piano: Rosa Torres-Pardo
In the Night. Coreografia de Jerome Robbins. Música: Frederick Chopin. Figurins: Anthony Dowell. Il·luminació: Jennifer Tipton, recreat per Les Dickert. Piano: Carlos Faxas
Raymonda Divertimento. Coreografia de José Carlos Martínez (sobre la original de Marius Petipa i la versió de Rudolf Nureyev) Música: Alexander Glazunov Figurins: Jordi Roig i Carmen Granell
Una de las características que debería primar en las compañías nacionales, sean de danza o de teatro, es la capacidad para retratar un país de manera que se desmitifique y que se de una visión de él lejos de los lugares comunes y cerca de la complejidad que siempre tienen una sociedad y su cultura. Después de la función de la Compañía Nacional de Danza que se realizó el 5 de marzo pasado, nuestra visión de España y de su arte dancístico, es muy distinta de la que teníamos.
La compañía Nacional de Danza, después de una trayectoria muy azarosa y controvertida, parece haber encontrado su camino y muestra una visión plástica innovadora mezclada con solidez técnica. Sorprende mucho también que esté formada principalmente por hombres y que, a pesar de ser una compañía nacional, implique a artistas internacionales tanto como a los nacionales.
El programa estuvo formado por coreografías tan diversas como The vertiginous thrill of exactitude de William Forsythe sobre música de Franz Schubert (1797-1828), In the night de Jerome Robbins con música de Frederic Chopin (181-1849), el divertimento de Raymonda de José Carlos Martínez y Alexander Glazunov(1865-1936), además el estreno absoluto de Anhelos y Tormentos de Dimo Kirilov con base en la música de Enric Granados (1867-1916).
Aunque todas las coreografías fueron bien ejecutas y realizadas a nivel visual (las propuestas de vestuario, sobre todo en Ther vertiginous thrill of Exactitude, son verdaderamente remarcables), he escogido centrar esta crónica en está ultima propuesta coreográfica, debido a la importancia que tiene como estreno absoluto.
Es muy difícil no pensar en lo mucho que perdimos cuando el submarino alemán atacó el barco en el que viajaba Granados con su esposa durante la primera guerra mundial. La madurez de ese compositor y sus posibilidades creativas es una de las muchas pérdidas que nos traen las guerras y los desatinos de nuestra sociedad. Las piezas seleccionadas para esta coreografía son algunas de las menos conocidas, pero también de las más hermosas que escribió el compositor: El amor y la muerte, un vals, una mazurka, la Danza Oriental y El ángel de los claustros. Todas fueron interpretadas al piano, magistralmente, por Rosa Torres-Pardo, quien además escribió una interesantísima nota en el programa de mano.
La música de Granados, que siempre explota todas las posibilidades expresivas del piano, es un retrato muy personal de la época y la atmósfera de la España en el convulso cambio de siglo. Aunque utiliza melodías populares españolas, esta música nunca tiene tintes folkloristas, sino realmente un espíritu español que define su carácter. Es una obra profunda e interesante, siempre llena de sorpresas y matices.
En el caso de su interpretación en esta coreografía debemos decir, antes que nada, que visualmente le dieron un espacio a la música y al silencio: la mitad del escenario al ocupaba el piano de cola y la propuesta estética fue toda en negro y blanco, contrastando con el brillante colorido de las propuestas de las otras coreografías. Una coreografía moderna, pasional y en todo momento interesante, nos llevó por todas las obras mencionadas de Granados y por todos los estados emocionales que implicaban. Quizá el mayor logro de este trabajo artístico es haber logrado intimidad en un escenario de las dimensiones del Liceo.
Un espectáculo hermoso, lleno de significados y matices, que nos hizo a todos pensar a España de manera distinta.