¿A qué vamos a la ópera? la mayoría supongo, que a ver un espectáculo cuya fundamento es música vocal escenificada. Es decir, cantantes que actúan una historia. Bueno, pues desgraciadamente esta no es la sensación de lo que uno tiene en esta puesta en escena.
Una definición de espacio en principio interesante y novedosa, no puede negarse, pero dudosamente funcional para un teatro a la italiana y de herradura como es el Gran Teatro del Liceu.
Primero: sentar espectadores en el escenario es un problema acústico importante. Se escuchan más los taconazos de los cantantes en sus entradas y salidas que a la orquesta. Los cantantes o se escuchan en tu oído o lejanamente, además de que pierdes muchas de las propuestas visuales de la pantalla del ciclorama. A eso hay que agregar que las pantallas de super titulaje fallaron alrededor de media hora del primer acto, la gente no oía a los cantante ni entendía que estaba pasando, lo que provocó mucho sopor. Además de recibir todas las cosas (las bragas, confeti dorado y pétalos) que lanzaron los cantantes.
Segundo: El elenco de una ópera como esta debe ser especialista en un estilo muy difícil de hacer bien. La verdad es que las dos emperatrices (Magdalena Kožená y Julie fuchs) fueron lo mejor del reparto junto con Nahuel Di Pierro en el papel de Séneca, que además posee una presencia escénica muy destacable. Pero es muy difícil ver a un tirano del nivel y con la complejidad de carácter de Nerón en el trabajo vocal y escénico de David Hansen, y la verdad es que en general las voces de contratenor no fueron especialmente convincentes. Tampoco fueron destacables las actuaciones (sobre todo vocales) de las virtudes y deidades.
Por supuesto que a estas alturas del siglo XXI las escenas sexuales no son un escándalo, ni siquiera una sorpresa. Pero una obra como esta, que ya hemos visto muy bien representada, pero que, además, tiene un vigencia incuestionable, una música maravillosa y una cantidad de personajes extraordinarios, la verdad merecía un mejor montaje y un cuidado mayor al tratar al espectador sobre un espacio poco usual.
En general la experiencia desde la zona de espectadores del escenario, fue ver una ópera a medias.
