El coreògraf francès Thierry Malandain, portarà per primera vegada a Catalunya la seva particular lectura del conte de Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve (1740), popularitzat per la versió abreviada de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont (1756), després de triomfar en diferents escenaris europeus. Malandain ha captivat al públic i a la crítica amb aquest espectacle que reuneix una posada en escena d’aparent senzillesa, i amb música en directe sobre la base de la partitura de Txaikovski a càrrec de l’Orquesta Sinfónica de Euskadi. Una original proposta amb un alt grau de simbolisme que compte amb un vestuari que combina classicisme i avantguarda, moviments virtuosos i de gran delicadesa al servei d’una coreografia suggerent. Arriba al festival una proposta de dansa capaç de transportar a l’espectador al món dels contes, de la fantasia, de la imaginació, un espai on tot és possible i on l’amor pot sorgir entre una jove i bella noia i una bèstia aparentment ferotge i animal. Tots els ingredients estan a punt per servir una nit de conte al Festival Castell de Peralada.
Una sociedad dorada y un mundo donde las cosas aparecen y desaparecen casi mágicamente detrás de la telonería, son el marco para la nueva coreografía de Thierry Maladain con el Ballet de Biarritz, que se presentó en el Festival de Peralada este fin de semana.
Esta coreografía tomó como punto de partida la extraordinaria película homónima de la posguerra(1946) firmada por Jean Cocteau (1889-1963) y la, no por más conocida menos maravillosa, música de Piotr I. Tchaikovsky (1840-1893). Formando con estas dos vertientes un espectáculo pulcro, interesante y que da una visión nueva de la relación entre dos personajes que en realidad son dos metáforas de la humanidad y sus instintos más básicos.
Se agradece tanto no tener un disfraz de bestia y en su lugar tener un rostro encubierto que esconde las emociones más difíciles o los instintos más ocultos a una sociedad preciosista, enamorada de la parte brillante del mundo y ciega a nuestra verdadera naturaleza, compleja, dual y alejada de los estereotipos. La Bella se enamora de una bestia y sufre sus maltratos y está ahí el punto de extracotidianidad: se enamora de quien no es como los demás, de quien no tiene relación con el mundo dorado que la rodea y al unirse a él, lo vuelve como los demás.
La propuesta escenográfica de Jorge Gallardo es creativa, está llena de telones que, al igual que la sociedad que contiene, esconde y muestra solo parcialmente la realidad. En general se tiene que decir que, lejos de grandes aspavientos y grandes tecnologías, la propuesta estética del equipo formado por el ya mencionado escenógrafo chileno, Francis Mannaer, Veronique Murat, Fréderic Vadé y Annie Onchalo, es limpia, cuidada y bastante minimalista.
Es en la coreografía donde puede notarse algunos huecos que son difíciles de seguir para el espectador, como por ejemplo, el trío de personajes (cuya ejecución es muy buena) que no se entiende su papel dramatúrgico en la historia. Pero más allá de eso, la verdad es que se está frente a un espectáculo interesante y creativo.
Los dos personajes protagónicos estaban interpretados por dos muy buenos bailarines, sumamente expresivos y con quienes se logró una creación de personaje muy emotiva. En general se ve una solidez técnica en toda la compañía y son de agradecerse los momentos de sorpresa construidos con efectos teatrales sencillos pero eficaces.
Un trabajo bien hecho, lejos de los aspavientos de la modernidad escénica, que se conforma con contar una historia desde una perspectiva distinta y con estética propia.