Aquests dies de confinament no hi ha teatre. Amb l'objectiu de reconfortar i acompanyar aquests dies de soledat i estranyes, moltes companyies que han penjat vídeos dels seus muntatges. Recomana, sensible a la iniciativa desinteressada dels artistes, els ordena a través del web.
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En un espai intemporal, Lea ha estat la possessió de Déu, una criatura per al plaer diví (“pur instint, cristal·lina sensualitat”) que no pot revelar el seu secret. Portador de l’immortal, el personatge central esdevé objecte de vigilància de dos éssers monstruosos, garants de la moral contra un ésser lliure. La primera òpera de Benet Casablancas, amb text de l’escriptor Rafael Argullol, constitueix una peça que plasma l’ideal de fregar l’absolut com l’última de les utopies romàntiques. Una partitura compromesa, amb un equip artístic especialitzat en música contemporània, capitanejat per Josep Pons i amb la posada en escena de Carme Portacelli, una de les millors directores del nostre temps.
Una ópera de estreno siempre es un agradable acontecimiento, una prueba de que se trata de un género vivo y siempre en constante renacimiento. En este caso, L'enigma di Lea de Benet Casablancas con el libreto de Rafael Argullol, nos encontramos con una obra original, interesante y con una propuesta estética congruente y sólida.
Uno de los grandes aciertos es el libreto, que no se detiene en minucias y se centra en conceptos profundos y poéticos: el de la belleza y la perfección. Personajes que en realidad son metáforas y una estructura dramática alejada del realismo, son los ingredientes de una historia que no se cuenta de manera tradicional. La partitura es una propuesta en donde se ve la herencia de Henze y Strauss, con una orquestación llena de texturas, con un acertado uso de la percusión y un trabajo muy original en la parte del coro, aunque se debe admitir que hacia el final cansa bastante y deja de sorprender al espectador. Esto provocó que al finalizar la ópera hubiera suspiros de descanso entre el público. Aún así, es justo decir que estamos frente a un enorme trabajo de equipo.
La puesta en escena contaba con un excelente dispositivo escénico y una estética muy bien lograda, sin embargo no logra aprovechar el movimiento del coro, volviéndolo una masa uniforme que se mueve mecánicamente y no una unidad orgánica de la escena. La creación de los personajes solistas, en cambio, era muy acertada y los dos cantantes principales, la soprano Allison Cook y el barítono José Antonio López, hicieron un excelente trabajo. Es raro encontrar una cantante tan comprometida con la ópera de su tiempo como la señora Cook, quien ha demostrado ya su alto nivel interpretativo en este teatro haciendo el papel de la Marquesa de Merteuil en el estreno mundial de Quartett, hace dos temporadas.
Hablando del resto del reparto, se debe destacar a Sara Blanch y sus dos compañeras, Anaïs Masllorens y Marta Infante, quienes lograron dar vida a unos personajes que más que carácter parecían representar símbolos o ideas. Su actuación fue muy remarcable. Por su parte Xavier Sabata,hizo un trabajo actoral interesantísimo, al que no siempre le acompañó el desempeño vocal.
Uno de los mejores momentos del montaje y de la partitura fue la coreografía de Ferran Carvajal, que nos llevó a la esencia del trabajo al completo: la perfección de la belleza. Ahí se pudo entender que Lea, después de la decepción, los susurros y las agresiones, había logrado vislumbrado lo inmortal.
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