Què passa quan t’identifiques amb un gènere que no és el que el teu cos determina?
"Limbo" és la història d’un trànsit. Les vivències i l’imaginari de l’Albert, que abans era la Berta.
Atrapado en el limbo de un cuerpo con el que no se reconoce; en una
carcasa de carne. Un joven que era Berta y ahora es Albert camina, con el yo
desdoblado y dubitativo, a la búsqueda de su identidad sexual. Pretende
someterse a un bisturí que, a ojos de la sociedad, defina su género, A una
amputación (mastectomía) que le alivie de su angustiante incerteza entre la
masculinidad y la feminidad. Lo cuenta Limbo,
el último y cautivador montaje multidisciplinar (música en directo, danza,
canciones y texto) de la compañía L’Era de les Impuxibles, fundada en el 2011
por la pianista y compositora Clara Peya, enorme talento cada vez más requerido,
y su hermana Ariadna, coreógrafa y bailarina.
A la emoción de la música y
del movimiento se suma la actriz y cantante Mariona Castillo, que aporta las
dosis de verosimilitud necesarias para recrear al confuso Albert. La pieza, que
se representa en el Teatre Gaudí hasta el 28 de febrero, ha contado con la
dramaturgia de Marc Rosich a partir de experiencias reales de dos jóvenes. Un
tema, la transexualidad, que coincide con el de la película La chica danesa,
pero que en el caso de Limbo aborda el
tránsito inverso: de mujer a hombre, mucho menos explorado.
LA LUCHA POR
ENCAJAR / La ágil dirección de Míriam Escurriola funde con acierto y fluidez los
distintos lenguajes escénicos. Preside el escenario desnudo el poderoso y
expresivo piano de Clara Peya, que transita por varios géneros para reforzar con
cada una de sus melodías, compuestas para la ocasión, las emociones del
protagonista. La danza de Ariadna Peya y Tatiana Monells puntea asimismo la
intensa lucha de Albert, especialmente con dos dolorosos solos, y Castillo
atrapa al espectador haciéndole partícipe de los miedos, la tristeza y la
desorientación de su personaje. Un personaje que, como dice, no encaja en la
normalidad, en un mundo binario.
No falta la denuncia valiente de una
sociedad más preocupada por el etiquetaje de las personas que por sus
sentimientos. La aceptación del yo, más allá de lo que vean los otros, deviene
la lúcida resolución de un brillante y necesario montaje que, tras su paso por
el Gaudí, merece un mayor recorrido por la cartelera. Jordi Duran, el director
de FiraTàrrega, ya le ha echado el guante para la próxima edición.