Un personatge inquietant a la ratlla de la bogeria busca un principi de certesa en un món que es deforma i ens convida a qüestionar el nostre concepte de realitat en un joc de miralls on tot és, o no és, el que sembla. En aquesta recerca delirant apareixen personatges sorgits d’universos dispars, integrants d’un deliri col·lectiu de solituds compartides. Circ, teatre, moviment, música i poesia visual al servei d’una dramatúrgia gairebé cinematogràfica que, a través de l’absurd i el drama, trenca el marc d'allò possible.
La locura como fundamento para mostrarnos a un personaje que en este estado mental se cuestiona la realidad y como si un juego de espejos se tratara empiezan a aparecer personajes, en pleno delirio colectivo, incluso más locos que él.
El montaje juega a la hibridación entre circo, teatro, movimiento y música pero no todo casa como debería. No sé si locura pero parece realmente la representación del caos. El desorden, un concierto sin director, un montón de escenas puestas una detrás de otra intentando que la orquesta suene afinada.
Las partes narrativas se hacen tediosas, la primera parte de la locura, necesita volumen, ya bien sea por una necesidad de micrófono, más aún si se opta por el susurro como modo de transmisión o por entonar y que todos los espectadores escuchen a oír.
Por otra parte, siguiendo en este plano más narrativo, se ha optado por narrar algo que se puede perfectamente transmitir sin palabras y en movimiento. Es como si se quisiera acompañar al espectador de la mano, una necesidad de guía que no es necesaria. El texto quizás sea la opción más fácil, con menos riesgo pero en este caso aporta más bien poco, resta ritmo al montaje y nos adormece más si cabe.
Uno de los aciertos de la pieza es la incorporación del movimiento de Julie Bergez cuyas contorsiones y movimientos de acrodanza son un soplo de aire fresco a un espectáculo que no levanta el vuelo hasta casi el final, con un número que despierta alabanzas pero que no es suficiente para sostener todo el montaje.