Màtria

informació obra



Intèrprets:
Carla Rovira Pitarch
Ajudantia de direcció:
Ramon Bonvehí Rosich
Escenografia:
Mariona Signes Gonzalez
Vestuari:
Mariona Signes Gonzalez
Direcció:
Carla Rovira Pitarch
Producció:
Laura Blanch Bigas
Sinopsi:

Aquests dies de confinament no hi ha teatre. Amb l'objectiu de reconfortar i acompanyar aquests dies de soledat i estranyes, moltes companyies que han penjat vídeos dels seus muntatges. Recomana, sensible a la iniciativa desinteressada dels artistes, els ordena a través del web.  


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La figura del desaparegut és absolutament pertorbadora. A partir de l'afusellament d'un tiet avi el 1939 pel règim franquista i de la descoberta d'unes cartes personals dels seus darrers anys de vida, la Carla Rovira proposa aquesta peça de teatre que va de la memòria privada a la memòria col·lectiva. Com encarar la memòria familiar en un Estat forjat en l’oblit? Quin és el paper de la dona i de les mares en aquesta part silenciada i endolada de la història? Un exercici que enceta diverses línies de reflexió: mort, família, silenci... Una oportunitat per parlar, per parlar-ne, també amb el públic, en un espai físic i simbòlic de trobada, de comunitat, de superació, de ficció espontània.


Espectacle finalista a Noves Tendències al Premi de la Crítica 2017


Crítica: Màtria

09/09/2017

No siempre es el mismo 'cuento'

per Elisa Díez
(...)

Màtria es un espectáculo documentado, muy bien documentado. Nada de fascímiles de poca monta, aquí hay un proceso de investigación previo y propio, de la familia de la Carla, que daría para más de una obra. Una historia particular la de Enrique Isart, tío-abuelo de Carla, fusilado por los franquistas con 23 años. Partiendo de este caso concreto, la historia pasa a ser general. Las reflexiones entorno a su vida y muerte nos hacen reflexionar sobre que no fue un caso único.

Los espectáculos de Carla Rovira tienden a congujar la realidad más seria con el humor. Por eso tras un inicio más parecido al teatro documental, que se irá percibiendo a lo largo de la obra, la pieza gira hacía un tono más casual y humorístico con la parte del Skype. El contraste entre el mundo de entonces, representado en forma de las cartas de Enrique, con el de ahora vía videoconferencia pone al espectador en la tesitura de que no será el mismo 'cuento' de siempre.

Otro acierto, que al principio puede resultar extraño, es convertirnos todos en femenino genérico. Un toque de frescura y naturalidad, humor y reivindicación a partes iguales. Porque Màtria es una historia de mujeres. Las de tres generaciones pasadas, algunas ya muertas otras vivas, que cargan el peso del silencio. De callar lo que saben. Dos de ellas en escena. Magnífica la incorporación de la figura materna dentro de la obra. La naturalidad del momento es tan aplastante, que te llegas a preguntar si siguen un guión o si es lo que les sale en ese momento.

A pesar de todo ello y de que el punto de partida sea el adecuado y sorprenda, el final no es el adecuado. Una vez destapadas las cartas. Las dos últimas escenas finales quedan como un pegote con respecto al resto de la obra. La historia de Genoveva, más allá del valor sentimental, no sería conveniente que pasara del mero titular, ya que no aporta nada al conjunto de la historia.

El espacio escénico en forma circular, donde al entrar parece que se va a celebrar un ritual, es ideal para que tu atención sólo se fije en la escena. Durante 80 minutos sólo existe la historia de Enrique, la historia de la familia de Carla. Màtria es un dramaturgia de memoria, feminista, un diálogo intergeneracional lleno de preguntas sin respuestas y lo malo es que el tiempo no pasa en balde y los testimonios caerán en el silencio para siempre. De momento ya tenemos una historia, la de Enrique Isart Alonso, ¿quién es la siguiente?